Concluimos con esta entrada al blog el tema primero de la segunda etapa de nuestro programa.
Tres tipos de acciones
Solemos llamar "acciones" solo a los actos que realizamos, minimizando aquello que sentimos o decimos. Obras son amores y no buenas razones, dice el refrán. Pero habría que matizar lo de reducir las acciones sólo a su dimensión de materialidad exterior.
Mirando atentamente vemos que hay tres tipos de acciones: físicas, verbales y mentales. Por lo general concedemos mucha más importancia a las acciones físicas, otorgamos el segundo puesto a las verbales y relegamos a un tercer lugar a las mentales.
Pegar a una persona nos parece más grave que insultarla, y ambas cosas peores que tenerle cierta animadversión no expresada verbalmente.
Quede pues constancia de que para tomar las riendas de nuestra vida tenemos necesidad de adueñarnos de nuestro corazón, al que también podemos llamar "mente", por lo que tiene de "pensamiento intencional". El silencio y la meditación aportan lucidez para mirar el trasfondo de nuestros actos. Contemplando mis acciones verbales y físicas escudriño mi corazón y trabajo para purificar lo que haya en él de mala intención. Se trata de algo que ya dijimos en otro lugar: "cambiar de mente", metanoia en griego, conversión del corazón.
Responsabilízate de tus actos (importancia de la voluntad)
Deberíamos mirar con detenimiento cuáles son nuestras intenciones al realizar cualquier acto, porque la respuesta que damos a los interrogantes que nos va planteando la vida acaban volviendo a nosotros. “El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, ... no perderá su recompensa” (Mt 10,42), “donde no hay amor pon amor y sacarás amor” (S Juan de la Cruz), pero si siembras vientos cosechas tempestades (cf Os 8,7).
Aunque son muchos los factores que influyen en nuestras vidas son nuestras acciones verbales y físicas las que parecen incidir de modo más fehaciente en las personas y ambientes con quienes vivimos y en el que nos movemos. ¿No has observado cómo quienes son acogedores y tolerantes reciben acogida y amor por parte de quienes les rodean? Sin embargo, quien es arisco y despreciador puede ver cómo se alejan todos de él.
* * *
Aunque sabemos que la gracia de Dios es imprescindible, “sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5), no podemos menospreciar el papel de la voluntad a la hora de cambiar nuestra mentalidad, nuestras palabras y nuestros actos. El aspecto humano más decisivo, la causa principal para tu mejora espiritual, es la decisión, el impulso, el paso adelante que das por iniciativa propia. Y es ahí, en la voluntad, donde puedes actuar.
Una espiritualidad abierta al crecimiento pide necesariamente sembrar buenas semillas en el entorno. Sabemos que somos muy limitados para poder cambiar el mundo según los criterios del Reino. No podemos cambiar así, de golpe, la mentalidad consumista, individualista o de comodidad insolidaria, pero podemos cambiar nuestra actitud personal, lo que decimos y lo que hacemos. Si lo hacemos correctamente no va a cambiar el mundo, pero de momento nosotros lo vamos a vivir de manera diferente, tendremos una experiencia distinta a la de “todo el mundo”, y nuestro nivel de felicidad tenderá a ser mayor. Desde aquí no hay duda de que atraeremos a personas que buscan lo mismo que nosotros, y alejaremos, naturalmente, a personas y situaciones desfavorables a nuestro modo de decir y hacer. Por aquí se empieza, por el testimonio personal que se hace evangelizador y se convierte en polo de atracción para otros.
Por otro lado, a nivel personal, los pequeños pasos que vamos dando orientan adecuadamente nuestra vida, que con la ayuda de la meditación y la experiencia práctica de las virtudes, puede abrirse a comprender los errores del pasado equivocado facilitando así el poder corregirlos.
Y con respecto al automatismo del actuar inconsciente, debemos trabajar la consciencia del presente. No menosprecies cualquier esfuerzo que hagas por tomar las riendas del presente alejándote de automatismos. Hacerte consciente de lo que vives en cada momento te ayuda a ser responsable de él y a maximizar las oportunidades que se presentan; es decir, en vez de estancarte en el reciclaje de lo que has vivido antes, en vez de repetir los viejos automatismos, y en vez de estar focalizados en las expectativas del futuro, tomas las riendas del presente convirtiéndolo en agente de cambio aprovechando lo que te ofrece la oportunidad del momento. El futuro no viene solo, se construye en el presente.
Los pequeños avances que se vayan dando te permiten experimentar la felicidad de ser tú mismo y te hacen vivir con mayor confianza en el futuro, porque vas entendiendo y experimentando que el futuro no es un paraíso soñado que hay que esperar con brazos cruzados, sino una realidad que se degusta mientras vas edificándola en el presente.
Nuestro compromiso con el presente supone un paso importante, porque estamos creando las causas y las condiciones para que los valores del Reino de Dios arraiguen con solidez. El “venga a nosotros tu Reino”, como el “perdónanos como nosotros perdonamos” piden de un aquí y ahora a favor de la justicia y la reconciliación, “porque si no perdonáis de corazón”, o si no os esforzáis por ser justos, tampoco recibiréis el perdón ni podréis participar del gozo de la justicia del mundo nuevo (cf Mt 6,12-14).
Debes arrancar de tu mente y tu corazón el pensamiento propio de la “religiosidad mágica”, que espera que Dios haga todo mientras te limitas a repetir oraciones o ritos. Has recibido de Dios la capacidad de actuar libremente, el poder de cambiar tu historia a voluntad. No esperes que te lo dé todo hecho; has de asumir tu responsabilidad.
Deja a un lado el pensamiento de los éxitos y los fracasos pasados o de los sueños futuros. Vive el presente y haz lo posible por mejorarlo. Reorienta a mejor tus acciones mentales, verbales y físicas. Aprendemos del pasado, ¡perfecto!, y creamos el futuro, pero vivimos el presente, el “pan de cada día”. No dejes pasar un día sin aportar mejoría a tu vida; estarás aportando mejoría a todo el cosmos.
Mayo 2023
Casto Acedo
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