La oración, cuando es verdadera, implica tanto el aspecto físico como el anímico, (quietud, silencio, respiración, atención plena a Dios, …), orar y vivir son realidades que deben estar íntimamente imbricadas.
¿Qué es el alma?
El diálogo con Dios-hermanos-mundo se realiza por la acción de lo que la antropología tradicional llamó las potencias del alma, que son tres: memoria (experiencias emocionales), entendimiento (mente, pensamiento) y voluntad. Una buena gestión de estas tres capacidades es determinante para la meditación y la vida cristiana.
ENTENDIMIENTO (Razón, pensamiento). El entendimiento es el buque insignia de la modernidad. “Pienso luego existo”. El hombre moderno se empeña en pasar todo por el filtro de la razón científica o filosófica antes de aceptarlo como verdadero. Encierra las realidades vitales en conceptos creyendo que así las integra en su vida.
La meditación tiene en el pensamiento un arma de doble filo, porque por una parte ayuda a entender el proceso espiritual y permite el uso de la imaginación como medio para acercarse a la luz, pero por otro lado, el pensamiento suele estar muy ligado al ego (falso yo, construcción mental), que se niega a morir defendiéndose con todo tipo de argumentos engañosos. La atención plena necesaria en la meditación suele verse entorpecida por multitud de pensamientos que la distraen.
MEMORIA (experiencias emocionales). San Juan de la Cruz la define como “archivo y receptáculo del entendimiento, en que se reciben todas las formas e imágenes inteligibles; y así, como si fuese un espejo, las tiene en sí, habiéndolas recibido por vías de los cinco sentidos” (2 S 16,2). La memoria guarda lo vivido por la persona, todo un cúmulo de experiencias gratificantes o dolorosas, exitosas o frustrantes; momentos felices y tristes, … emociones de todo signo que han dado lugar a una determinada concepción de uno mismo y del mundo, y desde ahí a unos patrones de conducta concretos.
La memoria propia determina mucho nuestra esperanza o desesperanza. Uno de los trabajos de la meditación es “silenciar la memoria”, que no es olvidar los hechos pasados, sino “sanar las heridas de la memoria” a fin de que no estorbe al crecimiento espiritual.
VOLUNTAD ("querer", motor conductual). Inclinación a moverse para alcanzar anhelos y satisfacer deseos. La voluntad se exterioriza en el hacer. La voluntad mueve a la persona a actuar, a realizar lo que quiere y desea. También esta facultad, despista y distrae, sobre todo porque nos engaña haciéndonos creer que somos lo que hacemos; y vivimos obsesionados con hacer y hacer cosas que nos identifiquen; como si nuestra existencia no tuviera sentido… ¿Es más importante “ser” o “hacer?
Una idea muy de siempre es la de pensar que ser libre y vivir a tope es “hacer lo que me apetece”, lo que quiera en el momento. ¿De veras es así? Sabemos que no, que a cada deseo sensual satisfecho le suele seguir una frustración mayor, y esta conduce a una oscuridad más grande que aquella que se quiere vencer, repitiendo así el movimiento circular: consumo-frustración - más consumo - mayor frustración… Es importante ser conscientes de que la meditación lleva consigo trabajarse en los deseos o apetitos, a fin de escapar de sus trampas. Es preciso que nuestra voluntad se rija por la Sabiduría divina antes que por los caprichosos deseos egoístas.
Es importante tomar conciencia de las potencias del alma. El ego suele esconderse tras ellas para construir su "personaje". Es muy necesario comprender y vivir que “tú no eres tus pensamientos”, “tú no eres tus emociones”, “tú no eres tus obras”. El propio ser tiene su raíz en algo más profundo y genuino; la identidad propia hay que buscarla en el espíritu. Para acceder a éste y vivir desde el núcleo personal es importante el silencio del cuerpo y del alma.
Sobre el espíritu
Vayamos más allá. El ser humano es cuerpo, alma, y ESPÍRITU. Un ser tripartito. La carta a los Tesalonicenses deja ver esta realidad: “Que todo vuestros ser, el espíritu, el alma y el cuerpo se conserve sin mancha hasta la venida de nuestro señor Jesucristo” (1 Tes 5,23). Soy cuerpo y alma, y soy espíritu (espiritual).
Cuando aplicamos el adjetivo espiritual a las personas no nos referimos a su condición de seres racionales, inteligentes, pensantes. Espiritual es una categoría teológica, no sólo filosófica, que san Pablo utilizó como contrapuesta a carnal y psíquico. El cuerpo y el alma son parte de la persona, pero el toque espiritual lo da el espíritu que informa a ambos.
Dice san Ireneo que “Son tres los elementos de que consta el hombre: carne, alma y Espíritu . El tercero es el que da la forma y nos salva, esto es, el Espíritu; otro es el elemento que recibe la unión y la forma, es decir la carne; y el alma media entre los dos, y es el que, cuando consiente a la carne, cae en las pasiones terrenas”
“El hombre, y no sólo una parte del hombre, se hace semejante a Dios, por medio de las manos de Dios, esto es, por el Hijo y el Espíritu. Pues el alma y el Espíritu pueden ser partes del hombre, pero no todo el hombre; sino que el hombre perfecto es la mezcla y unión del alma que recibe al Espíritu del Padre, y mezclada con ella la carne, que ha sido creada según la imagen de Dios”.

Silencio
Cuando hablamos de "silencio" no nos referimos simplemente a la ausencia de ruidos exteriores. La contaminación acústica que más impide el acceso a una espiritualidad genuina no está fuera, sino dentro. Los ruidos más perniciosos, lo que contamina o intoxica nuestra vida no vienen de fuera sino que salen de dentro de cada uno (cf Mt 15,10-20). Y en este sentido, las potencias del alma son con frecuencia portadoras del ruido que anula nuestra vida.
"La vida brota de la nada del silencio" (J.F. Moratiel). Decir silencio es decir "vacío". Ruido es todo aquello que "okupa" el corazón siendo extraño a él. El corazón es de Dios. Sam Juan de la Cruz da a entender que "somos un espacio para Dios". A veces lleno ese espacio de pensamientos o fantasías utópicas que me distraen e impiden reconocerme a mí mismo en mi ser espiritual; otras veces son experiencias negativas o eufóricas las que se apoderan de mi persona, recuerdos amables u obsesiones odiosas con las que me identifico; también suelo llenar mi vacío con mi trabajo, mis habilidades, con un activismo desbordado que oculta mi falta de serenidad y paz. Cuando las cosa son así está claro que necesito silencio.
Igual que el espíritu, también el silencio es una categoría teológica. "Dios es silencio", el silencio del que procede la Palabra que lo crea todo, Jesucristo, Verbo del Padre.
“Hay un solo Dios, el cual se manifestó a sí mismo por medio de Jesucristo, su hijo, que es Palabra suya, que procedió del silencio, y de todo en todo agradó a Aquel que le había enviado” (San Ignacio de Antioquía).
Desde el silencio del Padre hemos sido creados, y en la Palabra nacida del silencio hallamos la luz que ilumina quienes somos y hacia donde vamos. Hacer silencio es conectar Dios, esencia de nuestro ser, y encontrarnos con lo que somos.
La oración contemplativa es una puerta de acceso al Silencio. Para ello es preciso silenciar los ruidos que nos ensordecen: silenciar los pensamientos que nos hacen creer que todo lo que logramos entender intelectualmente es lo único real; silenciar la memoria, las vivencias positivas o negativas que causan en nosotros emociones aflictivas (apego, aversión, indiferencia) que contaminan nuestras relaciones y nos impiden llegar al núcleo de nuestro ser; y silenciar nuestras obras, no identificarnos con lo que hacemos o con los títulos o cargos que poseemos.
Hacer silencio es entrar en "kénosis", en despojo, en vaciamiento. Fue el camino que siguió Jesús. “Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma” (San Juan de la Cruz). Aquietando su cuerpo en la cruz (pasividad activa) y silenciando su alma (relativizando los pensamientos, sentimientos y deseos propios) Jesús muestra en su Pascua la transparencia de su Espíritu de amor con el Padre: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,44).
Hacer silencio no es sólo un ejercicio físico o mental, es una práctica teológica, un oración, en el sentido de que es el camino adecuado para el conocimiento de Dios, y por ende para el propio conocimiento.
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Percibe las capacidades de tu alma
Hoy observa y toma conciencia de tus emociones, tus pensamientos y tus deseos. Y suéltalos, déjalos ir.. Acállalos y céntrate en tu anhelo (aspiración) por “vivir en el Espíritu” (conciencia de Dios, comunión de los santos, plenitud, estar en el “Padre”, tu patria). Para ello:
* Silencia tus pensamientos (¡Tú no eres tus pensamientos, déjalos pasar!), … para entrar en fe.
* Silencia tus emociones (Tú no eres tus emociones aflictivas, tampoco tus consuelo, no te dejes llevar por ellos) … para entrar en esperanza.
* Silencia tus actividades, tus trabajos y "haceres", por buenos que parezcan (El “hacer” de Dios, su voluntad es lo único que te lleva a la vida plena)…. Para entrar en Amor.
Casto Acedo. Octubre 2021.