CUIDAR MI NIÑO INTERIOR
(Para mis grupos de meditación de Mérida y Trujillanos)
Curando al niño herido que hay en tu interior
Muchos
de nosotros tenemos aún un niño herido viviendo en nuestro interior. Quizá las
heridas nos las hayan producido nuestro padre o nuestra madre. O tal vez a
nuestro padre le hirieran de niño. A nuestra madre también pueden haberla
herido cuando era niña. Como no supieron curar las heridas de su infancia, nos
las han transmitido. Si nosotros no sabemos transformar y curar las heridas que
hay en nosotros, las vamos a transmitir a nuestros hijos y nietos. Por eso
hemos de volver al niño herido que hay en nosotros y ayudarle a curarse.
A
veces el niño herido que hay en nosotros necesita nuestra atención. Ese niño
pequeño puede aflorar de las profundidades de nuestra conciencia y pedir
nuestra atención. Si eres consciente, oirás su voz pidiendo ayuda. En ese
momento, en lugar de contemplar un bello amanecer, vuelve a ti mismo y abraza
tiernamente al niño herido que hay en ti. «Inspirando, vuelvo con el niño
herido que hay en mí; espirando, cuidaré muy bien de mi niño herido».
Para
cuidar de nosotros mismos, debemos volver y cuidar del niño herido que hay en
nuestro interior. Has de practicar cada día el volver a tu niño herido. Debes
abrazarlo tiernamente, como si fueras un hermano o una hermana mayor. Has de hablarle.
Y también puedes escribir una carta al niño pequeño que hay en ti, de dos o
tres páginas, para decir que reconoces su presencia y que harás todo lo posible
para curar sus heridas.
Cuando
hablamos de escuchar con compasión, normalmente creemos que se refiere a
escuchar a otra persona. Pero también debemos escuchar al niño herido que hay
en nuestro interior. Está en nosotros aquí, en el momento presente. Y podemos
curarlo ahora mismo. «Mi querido niño herido, estoy aquí por ti, listo para
escucharte. Por favor, cuéntame tu sufrimiento, muéstrame todo tu dolor. Estoy
aquí, escuchándote de veras». Y si sabes volver a él, escucharle cada día
durante cinco o diez minutos, la curación tendrá lugar. Cuando subas una bella
montaña invita al niño que hay dentro de ti a subir contigo. Cuando contemples
una hermosa puesta de sol, invítale a disfrutarla contigo. Si lo haces durante
algunas semanas o meses, el niño herido que hay en ti se curará. La plena
consciencia es la energía que puede ayudarnos a hacerlo.
* * *
Me fijaba en mis descontentos y mi malhumor. ¿Cuántas veces he respondido a la vida con desprecios y violencias? ¿En cuántas ocasiones no he mostrado atención a las personas que me rodeáis, o las que he ofendido de un modo más o menos consciente: malediencia, agresiones verbales, juicios inmisericordes, etc.? El niño herido que hay en mi interior, obsesionado por sus caprichos ególatras, no soporta sus heridas, patalea y ha salido muchas veces por peteneras haciéndoos daño.
Hoy me sale del corazón pedir perdón a todas las personas a las que intencionadamente o sin intención directa, he causado daño. ¡Sois tantos! Perdonadme, perdonad mi ser interior herido y caprichoso. Un niño herido necesita mucho cariño, y por eso se comporta así; quiere llamar la atención. ¡Me siento ridículo cuando pienso en las veces en que me he comportado con violencia o arrogancia, exigiendo sin derecho a ello!
Habré de escucharme, comprenderme y amarme más a mí mismo para que sane mi herida. Necesito estar más atento a mis impulsos y aptitudes. ¿Cómo? Un buen comienzo dice el texto transcrito es prestar atención a mi respiración: «Inspirando, vuelvo con el niño herido que hay en mí; espirando, cuidaré muy bien de mi niño herido». Aunque soy poco dado a hacer propósitos -se hacen para no cumplirse, dice un buen amigo mío-, procuraré escuchar y amar con más ternura al niño herido que soy para poder sanarlo y así hacer más agradable mi vida y la de los que me rodeáis.
*
Batuecas
22 de Mayo de 2022