Como complemento del tema del "amor inclusivo" que tratamos de meditar y asumir en estos días, reflexionamos acerca de nuestras críticas a los demás, que suelen ser un signo evidente de "exclusión" de aquellos que no son de nuestro agrado por los motivos que sean.
Ya hemos tratado acerca de la necesidad de evitar los juicios y prejuicios contra los demás. Puedes releer lo que se dijo en: https://contemplarealiitradere.blogspot.com/2023/07/32-elimina-prejuicios-consejos.html. y en https://contemplarealiitradere.blogspot.com/2023/02/7e-callar-y-escuchar.html
Vamos a insistir en el tema del silencio ante las actitudes y actos del prójimo. Sobre todo cuando de ello no vamos a sacar ningún beneficio ni nosotros, ni el criticado, ni la sociedad. La consigna conductual es categórica: No critiques.
“No critiques a los demás”.
Es muy importante controlar y cuidar la conducta verbal, porque de todos es sabido que una palabra puede herir más que una espada afilada. La lengua que no se controla puede destruir en unos segundos lo que se ha tardado años en construir. De ahí la atención que debe prestarse a nuestra conducta en lo que respecta a la lengua.
El libro del Eclesiástico previene contra el vicio de la lengua desatada:
“No avientes el grano con cualquier viento, ni camines por cualquier sendero; así lo hace el pecador que habla con doblez. Mantente firme en tus convicciones, y no tengas más que una palabra. Sé pronto para escuchar y tardo en responder. Si sabes algo, responde a tu prójimo, pero si no, mano a la boca. Hablar puede traer gloria y deshonra, y la lengua es la ruina del hombre. Que no te tachen de murmurador, ni pongas emboscadas con tu lengua, porque sobre el ladrón cae la vergüenza, y una severa condena sobre el que habla con doblez” (5,9-14).
Que las palabras hieren no hace falta demostrarlo a nadie, porque todos sabemos de cosas que nos han dicho en el pasado y que aún nos duelen hoy en día; hay palabras que para bien o para mal atraviesan el corazón; por eso hay que tener cuidado con lo que decimos, sobre todo a los niños y a los más inocentes.
El daño que la crítica negativa produce es nefasto, y suele ir más allá de lo individual y personal; si tú criticas estás creando las causas y condiciones para que a su vez otros se apunten al carro de los críticones y acaben por criticarte hablando mal de ti. La crítica causa daño no sólo a quien se dirije sino también a quien escucha esa crítica, porque crea mal ambiente en el entorno. Donde se empieza a criticar todo se va creando negatividad en el grupo, la familia, la comunidad, etc.
No deberíamos, pues, criticar a los demás ni en su presencia ni en su ausencia, a no ser que esa crítica sea solicitada por el interesado. En este caso estamos ante lo que se llama crítica constructiva, que es pedida por alguien que quiere saber tu opinión sobre algún asunto que le concierne. Pero para ser buena crítica se necesita a además que sea constructiva, que se haga con el interés de mejorar a la persona; los juicios tienen que ayudarle a hacer las correcciones necesarias en su vida. Es lo que la Escritura llama “corrección fraterna” (cf Mt 18, 15-17)
La crítica indica poco amor inclusivo
Solemos juzgar o criticar a las personas según nuestros puntos de vista y experiencias. No nos ponemos en lugar del otro, es decir, nos falta empatía y amor bondadoso, compasivo, hacia los demás. Nos cuesta aceptar que sabemos poco del otro, de lo que pasa dentro de esa persona, de las causas o razones por la que dice o hace tal o cual cosa. A partir de aquí es evidente que nuestras críticas suelen ser muy subjetivas, sostenidas por una visión egoísta de la realidad, lo cual nos impide ver objetivamente las debilidades del otro; juzgamos desde nuestra soberbia, nos erigimos en los intérpretes autorizados de la ley moral, de lo que se debe hacer o no. Ponemos la ley como barrera que nos separa.
“No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano o el que critica a su hermano está hablando mal de la ley y criticando la ley; y si criticas la ley, ya no eres cumplidor de la ley, sino su juez. Uno solo es legislador y juez: el que puede salvar y destruir. ¿Quién eres tú para juzgar al prójimo?”(Sant 4,11-12).
Hay que entrenarse en el silencio, la meditación y la decisión puntual para romper la inercia adquirida que nos lleva a la crítica fácil, a conclusiones sobre los demás que no tienen fundamento real, o si lo tienen no deja de ser una inmiscusión en su vida privada. Hace falta mucho tiempo de escucha y observación callada para conocer a una persona a fondo y respetarla como un hermano. El amor bondadoso pide sentir al otro como a uno mismo y, tal como solemos ser con nosotros, deberíamos ser positivos, esperar lo mejor de las personas, no llegar a conclusiones precipitadas, concederles el beneficio de la duda, saber de ellas por lo que hacen antes que por lo que dicen, y, por supuesto, hacer caso omiso a lo que otros dicen de esa persona.
Conocerte en tus críticas
Un buen ejercicio para motivarte a controlar la lengua y de paso conocerte un poco más es tomar conciencia del hecho de que “la crítica dice más de ti que del otro”. En muchas ocasiones, cuando criticamos y rechazamos algo que nos molesta del otro, lo que ocurre no es que nos moleste especialmente ese algo que criticamos, lo que de verdad odiamos es a quien criticamos. Es su persona, no sus actos lo que nos molesta y sometemos a juicios de condenación. A menudo nuestra crítica está inspirada en la ira. Cuando estamos irritados, frustrados o enfadados descargamos la tensión de esas aflicciones con malas palabra y juicios sobre otros: el jefe, la esposa o el esposo, los hijos, el vecino, ... La crítica desde la ira suele ser muy destructiva, porque no hace sino lanzar dardos sin asumir la parte de responsabilidad en el malestar que la provoca.
Otras veces es la envidia la que inspira la crítica destructiva. El deseo del bien o bienes que el otro posee genera frustración, tristeza y humillación en el envidioso que reacciona criticando al otro curiosamente en lo que personalmente más desea. Si tiene una mejor casa juzgo que tampoco es tan buena, o “¿de dónde habrá sacado el dinero”?; si envidio su vida de familia procuro comentar el más mínimo detalle que le desacredite; si envidio su modo de ser, critico sin misericordia el más pequeñpo fallo, etc...
Es interesante que cuando hayas caído en la crítica destructiva hacia alguien te pares y medites dónde te duele el otro, ¿qué te molesta o qué envidias de él? Puedes descubrir cómo muchos de tus juicios sobre el prójimo no son sino la sangre de la herida que producen en tu alma la ira o la envidia.
También es importante saber encajar las críticas que recibes. ¿Te duelen? Mira a ver si hay algo de razón en lo que se dice; porque si no dicen verdad ¿por qué te molestan tanto? Y si dicen algo real, aunque sea sólo en parte, ¿no deberías asumir humildemente lo que deberías cambiar en tu vida? No obstante, cuando se recibe una crítica que te compromete sin ser cierta en absoluto, hay que buscar los medios para rebatirla sin recurrir a odios ni violencias.
Procura despersonalizar tus juicios, es decir, comenta el pecado pero no te ensañes con el pecador, condena los actos negativos pero no condenes a la persona. ¿Recuerdas a Jesús ante la mujer sorprendida en adulterio? (cf Jn 8,1-11). No niega que el adulterio sea algo negativo: “Vete y en adelante no peques más”; pero muestra una empatía sublime, un amor inclusivo total, hacia la mujer: “¿Ninguno te ha condenado? Yo tampoco te condeno”.
Toma medidas para que quien se desvía no recaiga (por ejemplo, alejando el alcohol del alcohólico), pero dale cobijo en tu corazón; acépta a quienes viven lejos de la virtud, sólo desde la aceptación, desde el amor inclusivo, puedes ayudarle en su recuperación. Te viene muy bien para esto observar la conducta global de la personas fijándote sobre todo en sus cualidades positivas. Siempre hay algo que resaltar y digno de imitar en el otro. Desde ahí puedes amarle.
Finalmente, ten en cuenta que los fallos de otros te dan pistas para descubrir tus propios fallos. Seguro que lo que observas e incluso criticas también forma parte de tus hábitos, y haces lo mismo que criticas en menor o mayor grado. Deberías pensar cómo serías tú si el Señor te quitara la mano de encima, si no tuvieras la suerte de haber nacido en una familia, un barrio o una iglesia en la que has aprendido a comportarte; ¿que hubiera sido de ti de no haber podido acceder a una formación a la que otros no pueden acceder?. Si descubres en otra persona una gran travesura, o un gran fallo, más que criticarla deberías sentir aflicción o indignación por no trabajar lo suficiente para que esa persona encuentre su norte.
* * *
En fin, termino retomando citas del libro del Eclesiástico que te pueden servir de guía para hacer un uso consciente y positivo de la lengua, arma de doble filo que puede herir o acariciar, matar o dar vida. Escucha:
*“Antes de hablar, infórmate” (18,19a).
*“El que domina la lengua vivirá sin peleas, y el que detesta la palabrería evita el mal. No repitas nunca un chisme y no sufrirás ningún daño; ni a amigo ni a enemigo se lo cuentes” (19,6-8a).
*“¿Has oído algo? ¡Muera contigo! ¡Tranquilo, que no reventarás! El necio oye una noticia y ya siente dolores, como la mujer que va a dar a luz un hijo. Flecha clavada en el muslo es la noticia en las entrañas del necio” (19,10-12).
*“Un golpe de látigo produce moratones, un golpe de lengua quebranta los huesos. Muchos han caído a filo de espada, pero no tantos como las víctimas de la lengua. Dichoso el que de ella se protege, y no ha estado expuesto a su furor, el que no ha cargado su yugo, ni ha sido atado con sus cadenas” (28,17-19).
* Y una última: “Hay quien resbala sin querer, pero, ¿quién no ha pecado con su lengua?” (19,16).
Cultiva el corazón y el amor inclusivo. Gran enemigo de él es la crítica destructiva y el chisme. ¡Cuida tu lengua! Sin su cuidado no podrás progresar en el amor. ¿Por qué no te paras y haces un voto de silencio, un ayuno de palabras que no sean estrictamente neesarias? Y cuidado con Washap y demás aplicaciones proclives al chisme.
Abril 2024
Casto Acedo