sábado, 24 de febrero de 2024

5.3 Amar con el cuerpo, la palabra y la mente.

 Un tema más de la serie sobre el amor. Es sencillo decentender. Invita a tomar en serio el amor desde el nivel físico, mental y espiritual,  todo junto y unido.  Espero que os ilumine en el conocimiento y la práctica de esta virtud esencial.



“Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser” (Mc 12,28-30; cf Dt 4,5). 

Todos hemos escuchado alguna vez este mandamiento propio del Antiguo Testamento y que el Nuevo recoge en boca de Jesús. Aunque solemos fijarnos más en lo que sigue al texto transcrito: "El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos". (v 31). La fijación en el segundo mandamiento hace que pasemos de puntillas sobre lo que se dice  acerca de la calidad del mandamiento: que el amor se ejercite “con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”, exigencia que parece sólo aplicable al primero (amarás a Dios), pero que también debe decirse del segundo (amarás a tu prójimo),

Detengámonos en la cualidad o cualidades del amor que se citan; amar con todo el corazón (cardia, dice el texto griego, lo más profundo, el espíritu), con toda el alma (psiché, alma sede de los sentimientos), con toda la mente (dianoia, pensamientos), con todo el ser (iskís, fuerza, poder, energía).

El amor ha de ser total, sin divisiones. Se ha de poner al servicio de esta virtud todo lo que forma parte del propio ser. Y para sacar conclusiones prácticas destacamos tres aspectos inseparables del amor: actos, palabras y pensamientos: o desde otra perspectiva:  cuerpo, palabra y mente, elementos inseparables por donde caminar en amor.


Cuerpo

Nuestra cultura, muy sensual y tendente a reducir el amor a su dimensión erótica, sabe que sin encuentro corporal difícilmente se puede expresar el amor, sobre todo en el caso de la pareja.

El cuerpo es el primer medio con el que nos comunicamos. Nuestro cuerpo habla, expresa con gestos no-verbales verdades profundas que captamos al vuelo. De ahí que si queremos amar hemos de prestar mucha atención a nuestro cuerpo; las acciones corporales son verificación del amor; aunque también pueden ser engañosas; para distinguir hay que contar con la intención que mueve a obrar. Pero sea como sea, “obras son amores y no buenas razones”

Amar con el cuerpo supone presencia. La presencia físisa es esencial como testimonio de amor. Me gusta decir que la sola presencia física en las celebraciones eclesiales es una muestra de amor. A veces no hay mejor forma de expresar cariño que haciéndose presente. Cuando participo a la misa del domingo mi estar ya es significativo, ya acompaña, aunque no diga nada.

Lo mismo ocurre cuando simplemente guardamos silencio ante quien vive un sufriiento.  Ante quien está en duelo sobran las palabras; la presencia corporal por sí sola lo dice todo. Y no digamos si a la presencia se le suman gestos como el abrazo, la caricia o la mirada tierna dirigida a quien sufre y necesita ser consolado. La cercanía física es un modo sublime de mostrar amor. De María y las mujeres de la pasión se dice que “estaban de pie” junto a la Cruz. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena” (Jn 19,25). El verbo “estar” (stábat) significa mantenerse en pie, acompañar sin rendirse. Creo que basta este ejemplo para reconocer la importancia de “estar”, de hacerse presente. Deberíamos tener esto en cuenta para corregir la obsesión moderna por la presencia virtual, porque castra un elemento fundamental del lenguaje del amor: el cuerpo visible y palpable.

Amar con el cuerpo es una opción preferencial, cuando no una necesidad. ¿No es un tanto artificial que dos amantes no se acerquen físicamente, no se abracen, no se besen, no unan sus cuerpos expresando el amor mutuo? Sería tan artificial como mantener relaciones online cuando es factible el encuentro directo. 

*Cuida tu cuerpo; sin él no puedes comunicar, no puedes transmitir tu ser a otros. Cuida tu salud con una buena alimentación, ejercicio físico, terapias adecuadas para tus achaques. Valora el potencial de riqueza que tienes al poder expresar físicamente tus emociones, pensamientos y mociones de tu volubtad.  

También es importatne el cuerpo en lo que se refiere a la meditación y contemplación. Una postura adecuada, digna, en quietud física, con las manos elevadas y centradas en el pecho, o bien juntas bajo la barbilla, la cabeza ligeramente inclinada, los ojos suavemente cerrados, la boca esbozando una sonrisa, etc. son una buena plataforma para facilitar la apertura espiritual, para expresar el amor a Dios durante el tiempo de oración. Una postura corporal de atención y escucha dice mucho. Ciertamente el cuerpo tiene mucho que ver y hacer en relación al amor a Dios y al prójimo; pero debe ir unido a otros elementos importantes como son la palabra y la mente.


Palabra

Con la presencia física, e inseparable de ella, ha de ir la palabra. Si a la presencia física y a los gestos le acompañan palabras oportunas, se da un paso más para mostrar y desarrollar la virtud del amor. 

Hay palabras que hieren y palabras que matan, palabras que bendicen y otras que maldicen, palabras oportunas e inoportunas, palabras que enseñan y palabras que confunden... palabras que hieren y palabras que sanan. "Panal de miel las palabras amables, dulces al paladar, remedio para el cuerpo", dice el libro de los Proverbios (16,24)Debes cuidar cuáles son las palabras que debes pronunciar para expresar amor.

Jesús fue un maestro en el uso de la palabra. Hablaba con tanto amor y con tanta verdad que cautivaba a quienes le escuchaban:”Todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca”. (Lc 4,22). Cultivar el lenguaje es una buena forma de amar. Las palabras de amor suelen ser performativas, tienen el poder de crear lo que expresan. Así era de modo admirable en Jesús: "Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?" (Mt 8, 26-27). La palabra de Jesús es proactiva, obra lo que pronuncia a favor del interlocutor. así es también la palabra que sale de mi boca: "Mi Palabra no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mi encargo" (Is 55,11)

La palabra facilita la relación con Dios. En este sentido es importante la recitación de jaculatorias (mantras) u oraciones que ayudan a interiorizar, que calman el cuerpo y la mente y permiten que el amor fluya en el corazón. No menos que la escucha de la Palabra evangélica; ¿quién no se ha sentido alguna vez tocado por la proclamación de algún texto bíblico? La Palabra se hizo carne y habita entre nosotros (Jn 1,14), y sigue haciéndose carne en quien la escucha, se realiza en él lo que pronuncia (cf Is 55,11). “Una palabra tuya bastará para sanarme” (cf Lc 7.1-10) decimos antes de comulgar.

No cabe duda de que el amor se expande en la palabra. De ahí la importancia de cuidar lo que decimos. En contraste con las palabras de amor que dan vida están las palabras de odio que matan. Por eso unos consejos:

*Cuida de no hablar con dureza de nadie ni a nadie; que tus palabras no sean hirientes; evita la crítica destructiva que no sirve sino para sembrar división y violencia.

*No seas mentiroso. Mentir es decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar. Las mentiras pueden causar mucho daño: divisiones, desconfianza entre parejas, familiares, vecinos, ... y causan un tremendo estrés al mentiroso, que se ve obligado a recordar la propia mentira para no poner a la vista su falsedad.  Lo bueno de no mentir es que no tienes que acordarte de nada; la honestidad de vivir en la verdad es el camino del amor.

*No difames con palabras que dividen; no hables de personas que no estén presentes; esto causa deño no sólamente a quien es criticado o sometido al juicio ajeno, también daña a quien juzga, que siempre se queda con un sentimiento de vacío o de falta de honestidad personal.

Medita en el valor de la palabra como plataforma y puente hacia el amor o hacia el odio. Procura amar el silencio; y si has de hablar escucha el consejo del apóstol Pablo. “Malas palabras no salgan de vuestra boca; lo que digáis sea bueno, constructivo y oportuno, así hará bien a los que lo oyen” (Ef 5,29). Esto es parte de la virtud del amor.


Mente

Entiendo aquí por mente el alma con sus potencias que son pensar, sentir y desear, y también el espíritu, lo más profundo del ser humano, su más preciado tesoro. Podemos también referirnos al corazón, el centro personal, la conciencia de la persona como lugar donde cultivar el amor. “De lo que rebosa el corazón habla la boca. El hombre bueno saca del caudal bueno cosas buenas, pero el hombre malo saca del caudal malo cosas malas” (Mt 12,34-35). La mente, o el corazón, es el tercer elemento que entra en el juego del amor y, no nos engañemos, es el más determinante.

Es conveniente tener una mente aristocrática, que no quiere decir selectiva, sino dedicada a lo mejor; aristócrata significa “el mejor”; la “aristocracia” el gobierno de los mejores. Pues que tu corazón, tu mente, tu conciencia, descubra lo que hoy se suele denominar como “la mejor versión de ti mismo”. Educa (conduce) tu mente para que aprenda a contemplar la virtud del amor como la más sublime de todas. Trabaja  siempre con el deseo de ser el mejor en el arte de amar; ser un aristócrata del amor. 

La mente se disciplina. “No codiciarás”, no desearás con la mente y el corazón los bienes del prójimo; así reza el décimo mandamiento (Ex 20,17). La seducción del mundo puede arrastrar a la mente hacia el abismo y la esclavitud; por eso es buena la meditación como ejercicio que ayuda a controlar la mente, los sentimientos y los deseos a fin de que estén al servicio del amor y no caigan en la esclavitud del egoísmo. Todo lo que se hace o se dice ha sido pensado antes. De ahí la importancia de ir a la raíz, la necesidad de sanar el corazón a fin de que partiendo de la chispa primera de la mente el amor sea completo.

*Cultiva pensamientos positivos. Disciplina tu imaginación y tu mente; no permitas que pensamientos negativos se apoderen de ti y te arrastren al desánimo y la depresión. No dejes hablar al enemigo; haz como Jesús hace con los demonios que se atreven a hablar con Él para embaucarle: "Cállate" (Mc 1,25; Lc 4,35). Con el mal no se dialoga; la mejor forma de vencerlo es no prestarle atención.

¿Cómo trabajar el amor en el corazón o el centro personal? No cabe duda de que aquí entran en juego la escucha en profundidad de la Palabra y la práctica de la meditación que prerpara el terreno para que la Palabra germine y  fructifique en la persona.  Quien llega al centro vive desde el espíritu (nucleo personal), y en el Espíritu (sabiduría de Dios encarnada). Dios es el único capaz de hacernos capaces de amar como Él ama. Contemplar y hacer propio el amor mismo de Dios es el objetivo de la disciplina espirtual. A nosotros sólo nos queda aprehender (ejercitar en la meditación, hacer nuestra) la mirada de Dios sobre lel mundo. 

* * *


Conclusión

Concluyendo. En lo dicho en este tema hemos aprendido que el amor se despliega desde la persona como en tres niveles. Tanto el cuerpo, como la palabra, como la mente, han de estar en armonía con el amor para que éste sea verdadero e íntegro.

Amar sólo con el cuerpo es un imposible; los actos no son los que nos santifican sino la intención con la que actuamos. No nos santifican las obras, y tampoco las posturas oracionales; obrar por ambición no es amar y quedarse en  la palabrería o el postureo de la oración es engañarse. “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos, haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. ... Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame rabbí" (Mt 23,3.5-7). Postureo.

Amar sólo con la lengua es también una falsedad. Como hemos leído de los escribas y los fariseos “ellos dicen y no hacen”. Las bellas palabras suelen ser pretenciosas y engañosas. Los sabios enseñan que sólo debemos hablar “cuando nuestras palabras sean más valiosas que nuestro silencio”. Otra versión más irónica nos dice que “es mejor permanecer callado y ser considerado un tonto que hablar y eliminar toda duda”. Sólo es aconsejable hablar cuando se aporta valor. ¿Y qué le da valor a nuestras palabras? El amor que va en ellas y el bien que lleva a quienes las escuchan.

Pero el mayor mal para el amor viene cuando se vive internamente en confusión. No ama en absoluto quien hace del amor sólo un deseo, una buena intención, un sentimentalismo barato o un juego de palabras encantadoras. Todos creemos y decimos que amamos, pero me temo que pocos saben de veras lo que es amar. Quien se sigue escandalizando del dios crucificado aún no ha entendidon nada, no ha captado que el verdadero amor nace del centro y se expande en palabras y entrega corporal. "Tomad y comed, esto es mi cuerpo" (Mt 26,26).

Tendemos a considerar el amor solamente en uno de los elementos que hemos explicado;  hacemos cosas que creemos que son amor, decimos cosas que enamoran, pensamos cosas buenas sobre el amor. Pero nos falta la armonía del pensar, decir y obrar: pensar lo que digo y hago; decir lo que pienso y obro; obrar lo que pienso y digo. Desde aquí lanzo una invitación a unificar: “un cuerpo, una palabra, una mente” para vivir desde el amor total. 

Un consejo. Unifica tu vida en el amor. Si no lo haces no podrás disfrutar del misterio de la vida, ni del misterio de Dios, que es amor.

Febrero 2024
Casto Acedo