Saber perder para ganar
"¿No sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio? Pues corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita" (San Pablo, 1 Cor 9, 24-25)
No siempre se gana en la vida, no siempre las cosas
salen como se espera y hay que saber perder. Tal vez en lo referente a la
derrota externa que supone una pérdida no puedas hacer nada, pero sí que puedes
manejar a favor tuyo lo que de derrota interna hay en las pérdidas externas.
La pregunta clave en este tema es: ¿Hasta qué punto me hunde una derrota? Si propongo a un amigo un plan para realizar juntos, ¿cómo me quedo al comprobar que eso mismo que yo le he propuesto y ha desistido sí lo ha aceptado hacer con otra persona?; o en relación a la vida de pareja ¿cómo me quedo cuando mis pretensiones amorosas hacia alguien no son correspondidas?, o ¿cómo encajo que ese puesto de trabajo al que aspiraba y para el que me he preparado con ahínco lo consiga alguien que considero peor preparado?, etc.
Lo ocurrido
fuera, la derrota externa, es inevitable, pero ¿qué hay de la derrota interna?
Es importante entrenarse espiritualmente para que el fracaso exterior no se
transforme en fracaso interior, para que el acontecimiento inesperado no afecte
en negativo a la manera en que te valoras o te estimas.
Primeramente evalúa la capacidad de respuesta que
tienes para poder levantarte después de un fracaso. ¿Cómo sales de él? ¿Te
levantas peor, igual o mejor de lo que estabas? Cuando has vivido una
competición con otra u otras personas, ¿cómo te sienta el perder? Todos sabemos que hay personas que no saben perder incluso en
situaciones tan fútiles como puede ser un juego de entretenimiento. ¿Quién no
ha conocido peleas desproporcionadas a causa de una decisión arbitral o del resultado de un partido de fútbol
o de cualquier otro juego de competición?
Es bueno observarte en derrotas menores porque aprender a asumirlas te entrena para encajar derrotas o pérdidas más graves; y lo que es más importante, te ilumina y fortalece para que llegues a comprender que para obtener ganancias de bondad espiritual a veces conviene que haya pérdidas económicas, de poder o de consideración social; así lo da a entender Jesús cuando dice que “el que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 10,39).
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¿Cómo encajar las derrotas? Ya sabes que perder es
parte de la vida y del crecimiento personal. Ya vimos en un tema anterior que
la adversidad no va a faltar nunca, y los fracasos como obstáculos para seguir
con ánimos son parte de esa adversidad.
Para lograr la victoria cuando te enfrentas a la derrota, unos consejos prácticos:
*Acepta la realidad; no siempre se gana. Hay "tiempo
de buscar, y tiempo de perder” (Ecle 3,6)". La vida tiene ciclos, y
perder forma parte de ellos. No todo ha de salir necesariamente como esperas, “el
hombre proyecta su camino, el Señor dirige sus pasos” (Prov 16,9), dicho de
otro modo “el hombre propone y Dios dispone”; no olvides este aforismo tan
elemental.
*Aprende de la experiencia; las cosas no ocurren por casualidad,
y cuando perdemos en algo podemos aprender mucho de ello. Cada
derrota trae una lección, y tal vez la más importante es que enseña a ser
humildes. Tanto en la derrota como en la victoria la humildad es clave. Perder
con la gracia y elegancia de quien se sabe falible es signo de que se está
enfocando la vida con realismo y prudencia.
*Aprende a sacar motivación de las derrotas. La investigación científica sigue el método de “prueba, error y corrección”, y así es tambien en la vida interior. Una derrota puede ser un impulso para evitar errores futuros y fuente de un mayor esfuerzo para mejorar y afrontar los retos con más fortaleza. Para esto es bueno también celebrar los pequeños logros. No siempre se gana, pero siempre se puede aprender de las derrotas.
*Controla tus emociones. Es normal que te sientas frustrado con el fracaso, pero no dejes que las emociones negativas te venzan. Párate, respira, reflexiona, y recuerda que el fracaso no te define, tú no eres un fracaso; vales más de lo que te consideras en esos momentos. No te dejes llevar por ensoñaciones que te descontrolan emocionalmente; este consejo sirve para los éxitos y las derrotas.
*Evita echar balones fuera con críticas destructivas acusando a otros de tu caída, no busques excusas, asume tu responsabilidad; eso te hará crecer en conocimiento propio y humildad. Valórate en lo que eres y no en lo que haces; concéntrate en que tu naturaleza no es omnipotente y tienes limitaciones. Echando la culpa a otros solo consigues ocultar y aumentar tu decepción.
*No te compares. Ya hemos dicho en otros lugares que en la evaluación
del crecimiento espiritual no valen comparaciones con nadie. La persona que sigue un camino espiritual vive la
soledad del corredor de fondo, que consiste en valorar la resistencia y perseverancia
personal, controlar los pensamientos y las emociones en soledad, no ver en la
carrera de la vida un desafío contra nadie, aceptar que es una lucha con un mismo y no esperar de fuera ningún reconocimiento inmediato
*Mira al vencedor con
ojos de misericordia. Cuando pierdes, ¿cómo juzgas al ganador? ¿qué dices de los que
salen victoriosos? En tu aceptación y capacidad de gozo con el que gana tienes un buen criterio para evaluar tu progreso espiritual.
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Desde el prisma cristiano la victoria tiene mucho de pérdida en lo humano para obtener ganancia en lo divino. Es más, cuando se corre con fe la aceptación de la debilidad lleva implícito el socorro de Dios para salir victorioso."Muy a gusto me glorío de mis debilidades -dice san Pablo-, para que resida en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Cor 12,9-10).
En la carrera de la vida espiritual es conveniente soltar valores
mundanos, vencer los miedos a perder fama, poderes o dineros, y
esforzarse por ganar como sea la vida en Cristo. San Pablo lo dice así: “Lo
que para mí era ganancia, lo consideré pérdida a causa de Cristo. Más aún: “todo lo considero pérdida
comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él
lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo” (Filip
3,7-8)
Saber perder es saber vivir, porque en la vida no todo
es ganancia. Quizá la mayor de estas ganancias sea la pérdida de todo. Contempla
a Jesús en la derrota de la cruz, que es, empero, su victoria. “La cruz es necedad (tontería, derrota, fracaso) para los
que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios”
(1 Cor, 1,18).
Aprende en Cuaresma a vivir tus derrotas externas desde la victoria
de la Pascua: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el
servidor de todos». (Mc 9,35). Humildad, esta es la receta para salir vencedor en todas
las derrotas.
Marzo 2025
Casto Acedo