«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios» (Jn 3,2
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¿De dónde nace la energía para nuestras críticas y demás acciones negativas? Normalmente tienen su origen en los estados aflictivos: tristeza, orgullo, ira, venganza, apego, confusión... Cuando una emoción negativa está floreciendo en el corazón el instinto primario parece decirnos que si implementamos esa emoción, si damos rienda suelta a la ira, la venganza, el apego, etc., vamos a lograr satisfacción.
Si tengo ante mí el objeto que deseo me da la sensación de que si lo consumo quedaré satisfecho. Si critico a esa persona que se ha portado mal voy a sentirme bien. Pero esa sensación es errónea; si das rienda suelta a tus energías negativas no logras satisfacción sino más sufrimiento, más dolor, más insatisfacción. No olvides que la causa del sufrimiento está en las aflicciones; y si damos rienda suelta a éstas aumentamos el problema.
Hay que estar prevenido. Es verdad que dentro de nosotros va a surgir la falsa intuición de que el brote emocional aflictivo es bueno, correcto, favorable. ¿Qué mal hay en responder a la crítica con la crítica?, piensas. ¿No es de justicia? ¿No es lógico sentir ira, deseos de venganza hacia quien tanto daño me hace? Así discurrimos y justificamos el “ojo por ojo”; sin embargo, eso que nos parece justo no va a producir sino más angustia, más dolor e insatisfacción. Excluir de nuestro amor a alguien siempre se volverá en contra generando más sufrimiento.
¿Cómo salir del bucle del sufrimiento que producen los estados aflictivos? Damos tres pistas importantes a tener en cuenta:
1. Primeramente reconoce que estás bajo la influencia de las aflicciones. No es fácil, pero si tomas conciencia de tu ser en medio de la emoción que te embarga, si desde la frialdad objetiva de la mente logras mirar tu interioridad acalorada y afectada por el enfado, si consigues darte cuenta de cómo la emoción aflictiva está manejando los hilos de tu conducta, has dado un gran paso. Se trata de que percibas que hay una fuerza rara que te está manipulando, que está resolviendo dentro de ti sin contar contigo.
El deseo de hacer daño, de responder con ira a quien te ha criticado o dañado, es una sensación tan grata que no te das cuenta de él hasta muy tarde. Sin embargo, la ira es agobiante, crea malestar, no te gusta vivir en el enfado, pero mientras estés mirando la realidad desde él, mientras estés dentro de la película que lo ha generado, no encontrarás salida a tu frustración..
Cuando te das cuenta de que la ira te domina, de que es el enfado el que manda en tus decisiones y tus acciones, comienza tu liberación. Es aquí importante el papel que juega en esto el cuidado, la atención vigilante o el recogimiento, temas que ya tratamos en su momento.
2.En segundo lugar es importante que no te identifiques con la emoción que sufres; aprende a mirarla como algo que está pasando por ti, pero que no eres tú; es como un visitante que pasa por tu casa y huele mal, pero no eres tú, es el visitante el que desprende mal olor. No es tu casa, no es tu aliento, no es tu sudor. “No soy yo; yo no soy la ira, ni la tristeza, ni el apego, ni la envidia; hay un estado de ira, tristeza, apego o envidia que me invade, que se ha infiltrado, una nube negra y espesa que pasa por mí”. No te identifiques con esos estados; tú no eres nada de eso.
3.Y para finalizar, aminora y haz desparecer la aflicción que te afecta cultivando el remedio adecuado para ello. Ya vimos en un tema de la primera etapa los remedios para los estados aflictivos (sanar las 5 aflicciones primarias): para el apego (deseo, aferramiento, adicción,...) mira lo engañoso que es; al odio responde con amor; a la ignorancia de quién eres ponle sabiduría (conocimiento de tu naturaleza); la envidia corrígela con autoestima; el orgullo con humildad.
Es un reto importante que identifiques tus aflicciones, que son las que causan tus críticas y tus conductas inadecuadas; una vez identificadas has de trabajarte interiormente poniendo los antídotos adecuados: donde haya apego pon generosidad; donde haya odio pon amor; donde haya ignorancia y oscuridad pon una seria formación espiritual; donde haya envidia pon reconocimiento de lo que vales; y donde haya engreimiento y orgullo pon humildad y servicio.
Son importantes los actos, los gestos prácticos; en ellos está la batalla; no basta con los conocimientos teóricos, se necesitan acciones reales que afiancen la certeza de lo que somos: amor, bondad, compasión, misericordia, "amor incliusivo". Ya sabemos que la vida espiritual consiste en ir sacando a luz nuestro espíritu, lo que somos, eliminando las conductas negativas a las que nos lleva el velo de nuestro ego. Es una tarea ardua pero hermosa, gratificante cuando vamos descubriendo que al soltar las ataduras emocionales que nos afligen y al activar la bondad y el amor que somos nacemos a una vida nueva, la vida del y en el Espíritu (cf Jn 3,4-8).
Abril 2024
Casto Acedo