martes, 16 de enero de 2024

4.3 Consejos prácticos: Pragmatismo, interioridad, crecimiento.


Sé pragmático

A veces nos liamos queriendo resolver problemas. Lo queremos todo para ya. Sin embargo la sabiduría nos dice: “paciencia”. Es esta una virtud de verdadero sabio. Lo importante no es llegar cuanto antes, sobre todo cuando se corre el peligro de perder el entusiasmo o la vida en el camino; lo importante es llegar. Así que de principio cuando haya un obstáculo que superar, es decir, un problema que resolver, pon a un lado o tira a la basura lo que tú pensabas que iba a pasar o lo que querías o te gustaría que pasase, y reconoce la realidad de lo que está ocurriendo. En una palabra: deja que Dios haga su trabajo (“hágase tu voluntad”) y permite que las cosas ocurran como van a ocurrir aunque tú te hayas preocupado o intentado de hecho que ocurrieran de otro modo.

Hay un silogismo lógico muy conocido que nos enseña que cuando tenemos delante una situación difícil lo primero que debemos preguntarnos es si esa situación puede mejorar. Si el problema tiene solución no hace falta que te preocupes, relájate. Y si el problema no tiene solución, ¿para qué preocuparte? Lo único que conseguirás es dañarte a ti mismo con el sufrimiento. Deja por tanto a un lado el estrés y la ansiedad que te produce y que en modo alguno te beneficia.

Una segunda pregunta que nos hacemos es sobre nuestra intervención o no en una situación problemática dada. La posible solución ¿tiene algo que ver conmigo? ¿puedo y debo intervenir? Si no puedo intervenir, si no hay nada que pueda hacer, no me debo preocupar. Y si puedo intervenir tampoco me debo preocupar, lo que debo es contribuir para mejorar la situación o el problema que se presenta.

El razonamiento es de una lógica muy simple, sin embargo, por no hacernos estas preguntas, por no pensar en término lógicos y buscar respuestas alternativas que no concuerdan con la realidad de los hechos, terminamos siendo víctimas del estrés,  la aversión, la ira, el enfado, etc. Si aceptamos la realidad tal cual es bajará la intensidad de nuestra ansiedad ante los problemas.

La respuesta lógica que hemos expuesto se entrena con la práctica. Cuando tengas un pequeño problema somételo al análisis de si puedes o no puedes hacer algo por cambiar las cosas y relájate; si hay solución y está en tu mano la puedes poner, si no la hay relájate igualmente; acepta la realidad tal como es; “deja que Dios sea dios” te diría desde la fe. ¿Por qué no lo intentas conscientemente analizando pequeños problemas que te agobian? Es una forma de entrenarte para situaciones mayores.

Ya sabes, recuerda y memoriza esta pequeña frase: “Tengo que ser pragmático”, que quiere decir que tengo que aceptar la realidad (cuando se ha dado un hecho hay que asumir que ya no hay marcha atrás), preguntarme si tiene solución o no (si la tiene o no la tiene, ¿por qué sufrir a causa de ello?), y plantearme si debo intervenir en caso de poder hacer algo y ser consecuente. Todas las demás disquisiciones sólo consiguen embarullar la mente y generar preocupaciones o sufrimientos inútiles.


Trabaja la interioridad

Al inicio de nuestro programa hablábamos de cambiar de lugar, de retirarnos a la celda o cueva, en huir de los problemas para fortalecernos y poder volver con ánimo y modos de vivir renovados. Ahora insistimos en que los problemas se han de solucionar no huyendo de ellos, cambiando de sitio, sino cambiando dentro.

Hay cosas que tenemos que cambiar ya, sin esperar a que se den esas condiciones que solemos poner como excusas para no hacerlo. ”Ya lo haré cuando llegue el verano y las vacaciones”, “en cuanto no tenga que cuidar de mis hijos haré paseos meditativos”, y los hijos se van y vienen los nietos, “cuando pueda me retiraré a vivir todo esto”, y pasan los días, los meses, los años y al final llegas al camposanto con todo previsto y nada realizado.
Empieza ahora. Medita, retírate, cambia hábitos. ¡Es que ahora no puedo!, te dices, tengo muchos compromisos familiares, sociales, laborales, ... Empieza ahora con lo que tengas y a medida que vayas caminando mejorarás las condiciones para seguir adelante. No hay un mañana, sólo existe el hoy. Ahora o nunca.

Por ejemplo: cuando hay pequeños en casa es casi imposible hacer que se callen. Por tanto, si tienes que levantarte antes que ellos para meditar deberías hacerlo. Para practicar, para tener tiempo de oración y reflexión, tienes que acomodarte al mundo, al clima, al tiempo, a los ladridos del perro de tu vecino, acomodarte a todo. Acomodarte incluso a ser considerado un bicho raro. En medio de esa vorágine de circunstancias has de encontrar tu oportunidad y tu momento para practicar.

Estamos en la segunda etapa, tiempo de salir a la calle, de movernos en medio del mundo. Nos estamos enfocando en el altruismo y el amor bondadoso, y esta semilla sólo crece en medio del ruido; no necesita de un entorno idóneo ni de silencio. En la dificultad está el mejor terreno para que crezca el amor. Cuanta más resistencia encuentra nuestra práctica en el exterior, cuanto más ruido, cuanto más ladre el perro del vecino, mayor es el reto y mayor será el crecimiento si lo afrontas con amor. No hay excusas en este sentido.


¿Estoy avanzando?

Ya comentábamos en otra entrada que no debemos evaluar nuestro avance en la aventura espiritual comparándonos con otros, y en todo caso deberíamos compararnos con nosotros mismos ayer, o hace un mes o un año. Aquí apuntamos otro criterio de evaluación: nuestro nivel de interés; en dos sentidos: nuestro interés por el bienestar de los demás y el interés que tenemos en realizar actividades monótonas, neutrales, en nuestro día a día.

Primeramente pregúntate si aumenta o disminuye tu interés por la felicidad de los demás. ¿Cuántas veces piensas en la felicidad de personas a las que no ves? ¿En qué medida eres cada día más consciente de los grupos de personas que son especialmente marginadas u olvidadas? ¿Qué nivel de identificación tienes con quienes padecen las injusticias sociales? ¿Qué atención prestas a las personas que cada día interactúan contigo o simplemente pasan a tu lado? Nuestro camino nos debe estar concienciando acerca de todo sufrimiento; por eso es importante medir el nivel de interés que tenemos por el bienestar de los seres que vemos. Y no solo las personas, también los seres vivos como los animales y las plantas que vemos y pasan a nuestro lado. La felicidad de las personas pende también de la preocupación por la ecología medioambiental.

En segundo lugar, debes mirar también el interés que pones en tus actividades cotidianas: trabajo, atención a mi pareja, cuidado de los hijos, lecturas, descanso, etc. ¿Qué interés pones en esas actividades en las que te desenvuelves cada día? ¿Con qué ganas y entusiasmo vives todo eso? El colorido y el encanto con que vives estas realidades son también un buen termómetro de la temperatura espiritual de tu corazón.

Yendo más allá podemos mirar también el interés que ponemos en maximizar el potencial que tiene cada instante, el interés por aprovechar cada día, cada hora, cada encuentro con otra u otras personas. ¿Con qué animo te despiertas cada día? Este es un buen medidor del estado espiritual. ¿Ves el día como oportunidad o como algo que aceptas vivir resignado? El tiempo es oro, se dice; aunque quienes lo definen así lo hacen por intereses económicos; pero es verdad que “el tiempo es oro” si se aprovecha para aportar más, apoyar mas, ayudar más a la tarea de construir un mundo más feliz cada día. 

La persona virtuosa se queja de no tener más tiempo para hacer el bien. "Qué lástima no haber podido atender tal o cual asunto"; el caprichoso se queja de no tener mejores oportunidades: "si tuviera más tiempo haría esto o aquello". Excusas que ponemos, y además nos las creemos. “Ahora es tiempo de la gracia, ahora es el tiempo de la salvación” (2 Cor 6,2). Sólo hay un ahora que vivir y disfrutar dando todo lo que somos al ritmo de los acontecimientos y las personas que pasan ante nosotros.

Así que no pongas excusas. Procura discernir tu interés, es un buen medidor de tu avance espiritual.

Enero 2024
Casto Acedo