jueves, 19 de septiembre de 2024

Compasión, adversidad y cruz (I)

“El que quiera venir en pos de mí que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mt 16,24).
El caos y la adversidad

Solemos mirar el caos y la adversidad como una cuestión de mala suerte, algo que sobreviene a quien no tiene buena estrella. Pero se equivoca quien piensa así. La adversidad y el caos forman parte de la realidad de la vida, y como tal es algo esperable. El mundo es imperfecto e impredecible, y en cualquier momento surgen desordenes y contrariedades que nadie busca, pero que forman parte de la existencia. Siempre hay conflictos, siempre hay roces y enfrentamientos, siempre hay problemas.

Todos conocemos el tema de John Lennon “Imagine”, musicalmente excelente, pero con un mensaje equívoco, o incluso engañoso para muchos: 

Imagina que no existe el paraíso,
es fácil si lo intentas;
ningún infierno bajo nosotros, 
por encima de nosotros solo el cielo.

Imagina toda la gente
viviendo el hoy.
Imagina que no hay países.
No es difícil,
nada por que matar o morir

Y ninguna religión tampoco.
Imagina toda la gente
viviendo la vida en paz,

Puedes decir que soy un soñador,
pero no soy el único.
Espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo será uno.

Imagina que no existen propiedades.
Me pregunto si puedes hacerlo.
No hay necesidad de codicia o hambre,
una hermandad de la humanidad

Imagina toda la gente
compartiendo todo el mundo.
Puedes decir que soy un soñador...

¿Quién no ha escuchado al guna vez la música de este tema o no ha soñado alguna vez con el mundo que describe? Pero ¿podría existir un mundo así? De hecho podemos decir que ha existido: un mundo sin paraíso ni infierno, sin religión y sin patrias, sin propiedad privada; el paraíso comunista. La misma promesa o similar se encuentra en el capitalismo o  liberalismo económico; dejamos correr el mercado y se acaban los problemas; la ley de la oferta y la demanda regulará las relaciones humanas y todos seremos felices. Pero la realidad es tozuda y se resiste a ser moldeada por los idealismos.


No imagines, contempla.

La letra de Imagine deja ver un anhelo justo, pero que por su falta de realismo puede conducir al sometimiento a una utopía alienante. 

En una situación o mundo adversos, ¿qué pensar? ¿qué camino seguir? Digamos de principio que no es conveniente huir de la realidad dolorosa imaginando un paraiso inexistente. Es mejor contemplar la realidad tal cual es, aceptarla y buscar el modo de actuar sobre ella. Dejar la imaginacióna un lado, que es un ejercicio del intelecto, y trabajar la propia vida en un ejercicio de la voluntad que se decide a amar de veras, con obras.

En la Sagrada Escritura (Ef 2,13-19) encontramos un canto sobre la paz y la unidad más sólido y realista que el que parece desprenderse del tema de John Lennon. Dice así:

Gracias a Cristo Jesús, 
los que un tiempo estabais lejos
estáis cerca por la sangre de Cristo.

Él es nuestra paz:
el que de los d
os pueblos ha hecho uno,
derribando en su cuerpo de carne
el muro que los separaba: la enemistad.

Él ha abolido la ley con sus mandamientos y decretos,
para crear, de los dos, en sí mismo, un único hombre nuevo,
haciendo las paces.

Reconcilió con Dios a los dos,
uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz,
dando muerte, en él, a la hostilidad.

Vino a anunciar la paz:
paz a vosotros los de lejos,
paz también a los de cerca.

Así, unos y otros, podemos acercamos al Padre.
por medio de él en un mismo Espíritu.

También aquí se habla de un mundo en paz, donde todos viven en una misma casa. Pero no es un sueño sino una realidad hecha posible con la venida de Jesús de Nazaret. Por Él "estais cerca los que antes estábais lejos". No es un sueño intangible el que trae la paz sino la realidad palpable de la entrega generosa de Uno que ha amado hasta el extremo. “Hizo la paz derribando en su cuerpo el muro que separaba: la enemistad”,  eliminando a la enemistad, no al enemigo.

Al decir Jesús que quien quiera seguirle ha de tomar su cruz (Mt 16,24) no está refiriéndose a posibles dificultades concretas que se añaden a lu vida; la cruz hace referencia más bien a la vida misma como realidad sin sacrificios añadidos. Ser discípulo es abrazar la propia vida en lo que tiene de gloria, y también en lo que tiene de cruz. Y si Jesús, “cargando él mismo con la cruz” (Jn 19,17), aceptando y asumiendo lo que teiene de sufrimiento la realidad,  redime (salva, sana) al mundo, lo más natural es que sus discípulos aprendan a aceptar la realidad y a vivirla como camino de liberación.

No cabe duda de que la cruz es algo valioso. Pero no por su dolor, más bien por lo que en ella hay de amor. Cuando el catecismo define la cruz como “la señal del cristiano” no está proclamando que ser cristiano sea vivir bajo el peso del dolor y el sufrimiento. No. Está diciendo que el camino del evangelio no es un sueño idílico, una utopía irreal, sino un camino donde el amor de Dios se cruza con la maldad que genera el sufrimiento ya aprende a vivir sobre él y no sometida bajo él. 

En el misterio de la cruz se puede contemplar el amor compasivo de Dios y el odio destructivo de la humanidad. En la cruz, el mal provoca a Jesús infligiéndole un  sufrimiento extremo, incitándole con ello al odio a fin de inclinarle a renegar del Padre. El odio y el amor, la violencia ("crucifícalo!", Jn 19,6) y la compasión amorosa ("perdónalos" Lc 23,34) confluyen en la cruz. 

Las Sagradas Escrituras iluminan el drama de la cruz con el triunfo del bien: "no está aquí, (en el sepulcro), ha resucitado" (Mc 16,6), “la victoria es de nuestro Dios” (cf Ap 7,10). El mal no ha podido con el bien en el campo de batalla de la vida.

El mal que me sale al paso forma parte de la cruz que debo abrazar; y no por  masoquismo sino por amor;  en la cruz no amo el mal y el dolor sino la oportunidad de superarme en la práctica del amor compasivo; no abrazo la cruz como rendición sino como disponibilidad para la lucha. El sentido o finalidad de la vida consiste en trabajar-luchar con amor compasivo para liberarme del mal y liberar, como hizo Jesús, a todos “los oprimidos por el diablo” (Hch 10,38), príncipe del odio que divide. La liberación viene por la práctica del amor compasivo. Y entre aquellos a quienes hay que amar  no sólo están los que sufren la maldad de otros; también los que la provocan.

Si miras con ojos de fe a Jesús en la Cruz puedes observar cómo en ella confluye toda la vida y la misión de Jesús verás; verás que muere "por nosotros", expresión  que tiene un doble significado: 

a)  "por nosotros" en el sentido de que nuestro odio le llevó a la cruz. Muere porque (debido a que) nosotros le matamos; y 

a) "por nosotros", para nuestra salvación; para liberar a los que sufren las consecuencias del odio del mundo; y entre los liberados estan los mismos que le crucifican. 

La cruz muestra en el primer sentido la confluencia en ella del mal del mundo asumido por Jesús (“no se puede redimir lo que se asume”, dice san Ireneo), y en el segundo sentido (a favor nuestro) deja ver la presencia del sumo bien, que es Dios mismo, cuya compasión y misericordia infinitas transforman la realidad del mal y el sufrimiento en bondad y gloria. “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, dirá san Pablo (Rm 5,20). Meditaremos más adelante sobre esto, porque aquí está la clave para entender el amor compasivo extremo: “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen” (Mt 5,44).


¿Cómo entender y actuar ante la cruz?

¿Cómo afrontamos nosotros la cruz? Tras la breve introducción teológica, saquemos consecuencias para nuestro camino espiritual. 

La primera enseñanza que extraemos es que la adversidad de la cruz, que a los ojos de los paganos es una maldición divina o un producto del karma (?), para nosotros es una oportunidad de crecimiento y redención.

El mal es un misterio. Nunca podrás encontrar una explicación lógica acerca de él. Pero sí que puedes hallar en la contemplación de Jesús la respuesta que debes dar a la adversidad del mal cuando se presenta en ti mismo o en los otros. Toda su vida la pasó Jesús luchando contra el mal. Y lo hizo de un modo totalmente amoroso; su prioridad estuvo siempre en procurar el bienestar del prójimo olvidándose o pasando a segundo plano sus propios psufrimientos o necesidades. Podemos decir, pues que Jesús es “compasión de Dios encarnada”. “Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a se: justicia de Dios en él” (2 Cor 5,21).

La adversidad o cruz es valiosa por lo que supone de oportunidad para el crecimiento espiritual. Como ya apuntamos, querámoslo o no siempre hay conflictos, roces, problemas. Siempre hay cruz. Cuando llegan los problemas, esas dificultades que tenemos que afrontar sí o sí, debemos valorarlos como algo valioso, debemos reconocer en ellos el valor que aportan a nuestro crecimiento espiritual, no necesariamente a nuestra comodidad sino a nuestro despertar a una vida de más hondura interior.

Cuando viene a ti la cruz deja a un lado la pregunta “¿por qué me está pasando esto, o a otros le está pasando esto?”; es esta una pregunta inútil porque, tal como hemos dicho, no tiene respuesta lógica. Aplica el modo que tuvo Jesús a la hora de afrontar el dolor y el sufrimiento humano. Jesús  no mira hacia atrás preguntando; ¿por qué ha surgido esto?, sino que se dice: ¿qué puedo hacer?. En lugar de huir de la realidad buscando explicaciones  lo primero que debemos hacer es actuar para erradicar  los problemas o las dificultades, porque si no lo hacemos de esa manera cada vez seremos más sensibles o más débiles, y nos pueden dañar o afectar con más facilidad. 

Es verdad que debemos buscar las causas del dolor y el  los sufrimiento, desenmascarar las estructuras que conducen a él; pero lo más urgente no es hacer proyectos y planes sino obrar directamente. A la madre Teresa de Calcuta le echaban en cara que recogía a pobres y moribundos pero no denunciaba las causas de la pobreza; ella respondió: "mientra ustedes discuten y buscan soluciones políticas y estructurales yo iré atendiendo a los que mueren hoy,  porque a estos no les va a alcanzar la ayuda de ustedes". Ciertamente. hay que eliminar la raíz del mal, prevernir el cáncer, pero mientras llega la medicina ¿qué hacemos con los enfermos? Amor compasivo en acto. Lo primero es lo primero; esto hay que hacer, pero sin olvidar aquello. Parangonando el refrány conánimo de nos dejarnos educir por cantos de sirena: obras son amores y no buenas "canciones". 

Septiembre 2024
Casto Acedo.