lunes, 25 de septiembre de 2023

1.3e Transparencia y autoconocimiento. Consejos prácticos (V)


«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?
¿No caerán los dos en el hoyo?
(Lc 6,39)

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A la hora de evaluar la marcha de tu vida espiritual puedes echar mano de tres testigos: de ti mismo, de los demás y de Dios. Aquí hablamos solamente de los dos primeros: tú mismo y las personas que te conocen y, para bien o para mal, te juzgan.

Hay que reconocer el beneficio de la crítica venida desde fuera; hay que agradecer toda crítica constructiva pero, de hecho, incluso las críticas destructivas venidas de las  personas que nos quieren mal pueden ser buena fuente de información acerca de cómo somos, y pueden servirnos para descubrir en nosotros un defecto o un error que nos costaría décadas descubrir y aceptar por nosotros mismos,

No obstante, aunque sea un beneficio contar con quien nos critique, para que sea exitoso nuestro camino espiritual ha de depender sobre todo del propio criterio; es más, si se quiere ser serio y apuntar alto en duración y calidad, nuestro proyecto de cambio debería apoyarse solo en el propio parecer. Si no desarrollas la habilidad de ser lo suficientemente autocrítico con tus limitaciones no vas a llegar muy lejos. Por ello es importante trabajarte la habilidad de ser testigo, aprender a mirar tu proceso como vigilante (mejor decir aliado) de ti mismo. La meditación en lo que tiene  de "observador que se observa a sí mismo" es muy útil para esto.

Es de vital importancia ser transparentes y honestos con uno mismo. Nuestro mundo no es especialmente amante de la transparencia personal; esta virtud de ser transparente va contra la tendencia del ego a elaborar una imagen propia que garantice la consideración y el aprecio social. De ahí que cuando aparece algo inquietante, alguna travesura de la soy autor, mi ego la camufla, la enmascara para mantener viva la imagen idealizada que pretendo mostrar a los demás. 

En esta etapa de “bajada al valle” o de “vida pública” es básico desarrollar confianza en ti mismo, estar muy seguro de tu intención, tener claro lo que quieres o buscas y estar interesado y comprometido con ello muy en serio. Sólo estando seguro al cien por cien de que soy mi mejor amigo en esta tarea, mi mejor aliado en esta batalla, me podré permitir ser transparente.

Es conveniente y necesario ser realista y sincero con uno mismo por dos razones: para prevenir el autoengaño, que es el principal obstáculo del practicante espiritual y para poder avanzar en inteligencia intrapersonal (conocimiento de uno mismo).

Si desarrollamos una relación muy íntima con nuestra verdad tendremos más posibilidades de detectar el autoengaño y prevenir el autosabotaje por el que el ego tiende a imponer su ley. Y esto es vital; primero porque nadie que no sea sincero y transparente consigo mismo puede avanzar; tenderá a desviarse del camino justificando hipócritamente su actitud; y segundo porque siendo transparente puede uno conocerse en profundidad. Siendo honestamente introspectivos percibimos dónde surge el conflicto y cuáles son las dificultades.  Y sabiendo cómo funcionamos por dentro, como interactúan los conceptos, las obsesiones, las emociones, etc. podemos intervenir para modificar nuestra vida.

En conclusión: sin transparencia no te vas a conocer, y si no hay una comprensión mayor y más profunda de ti mismos no vas a saber cómo mejorar. Por tanto, sé sincero, esfuérzate en conocer tus automatismos, tu modo de justificar los errores, tu manera de evadir la responsabilidad por los actos que dañan la imagen de autobombo que tu ego se esfuerza en mantener.

 Y si bien es cierto que el mejor testigo de tu vida eres tú mismo, no dejes de aprovechar  además la oportunidad que te dan los que te critican; rompe la inercia de pasar de largo ante sus opiniones; confróntalas, puede que estén tocando la herida que debes sanar. Nada es casual, y tal vez Dios esté poniendo en las palabras de tu enemigo la verdad sobre ti que no quieres escuchar. 

Como dice el texto de san Lucas com que iniciábamos este artículo, "si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo". Ahora bien, si te dejas guiar por quien ve, el Maestro, puedes alcanzar maestría. Merece la pena leer completa la parábola de los dos ciegos, que es como se conoce esta enseñanza. Medítala despacio, en lectio divina.

«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.  ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. 

Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.  ¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo?

(Lc 6,39-46)

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Mayo 2023
Casto Acedo

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