lunes, 25 de septiembre de 2023

1.2. Jesús, altruismo, bondad, compasión y felicidad.

No hay duda de que Jesús, tal como lo presentan los evangelios, buscó la felicidad; y no tengo dudas de que lo consiguió. Su propuesta de vida tiene como eje la bienaventuranza, la dicha, la felicidad propia y la de todos.

El Sermón del monte (Mt 5-7) recoge enseñanzas que abren la puerta a una vida dichosa:

*felices los que viven la virtud de la pobreza;

*felices los compasivos;

*felices los que tienen la mirada limpia;

*felices los que trabajan por la reconciliación de los hombres;

*felices los que aman con fidelidad y sin dobleces;

*felices los que están abiertos a luz de la verdad;

*felices los que no hacen acepción de personas;

*felices los que hacen de su vida una limosna, una donación total de su tiempo y de sus bienes;

*felices los que cada día dan gracias a Dios por todo lo que reciben;

*felices los que practican el bien, se abstienen del mal y ayunan de injusticias;

*felices los que no ponen su corazón en las riquezas;

*felices los que se saben protegidos por la mano del Padre y viven su día a día con paz;

*felices los que no se justifican en el mal ajeno y procuran hacer siempre el bien;

*felices los que más allá de las palabras, “¡Señor, Señor!”,  hacen de su vida un compromiso por la felicidad de todos;

*felices los que se confían a la Palabra de Dios en la prosperidad y en la adversidad.

Si en Jesús se unifican enseñanza y vida no hay duda de que Jesús fue inmensamente feliz.

* * *


En la etapa que iniciamos vamos a unirnos a la propuesta de felicidad de Jesús, cuya realización vemos posible por la práctica de tres cualidades esenciales: ALTRUISMO, BONDAD Y COMPASIÓN, acciones útiles y necesarias para ser plenamente humanos (felices) y hacer del mundo un paraíso de felicidad. 

Jesús vivió comprometido con éstos valores. No los entendió como un código de leyes morales, sino como un anhelo que sale de dentro;  vivir esto es en Él la consecuencia o despliegue más lógico de su ser divino y humano.  

¿Cómo elaboró e hizo suya  Jesús la felicidad propia y ajena? Con la práctica del altruismo, la bondad y la compasión.

ALTRUISMO

No se puede ser feliz sin contar con los otros; por tanto el altruismo forma parte esencial de la felicidad. El aislamiento no conduce a ella. 

Jesús fue un altruista convencido; volcó su atención amorosa sobre  la humanidad identificándose con todos e identificando a todos consigo mismo. La misma Encarnación no es sino una manifestación de altruismo del mismo Dios que se hace uno de tantos (Flp 2).

El Otro (Dios) se me da a conocer en el otro (hombre, Jesús). Dios se hace visible en la Encarnación. “A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). Se hizo semejante a nosotros menos en el pecado (Hb 2,17). “Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? ... Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis" (Mt 25,39-40) ).

Jesús parece decirnos: yo soy el otro, yo soy tú, soy vosotros. Ciertamente, y sin detrimento de la propia identidad personal, supo entender su humanidad como una unidad con todo y con todos; unidad sólo posible en una alteridad y que sólo es inteligible en la diversidad. La imagen de la comunidad humana como “cuerpo de Cristo” es un espejo donde contemplarme como parte de un todo que me afecta. Sin altruismo, sin vivir en el otro, no soy yo, no puedo ser feliz.



BONDAD 

Dice san Pedro que Jesús “pasó haciendo el bien ... porque Dios estaba con Él” (Hch 10,38). Este texto nos revela que Jesús vivió en bondad. Su padre, José, de quien se dice en la Escritura “que era bueno” (Mt 1,19) debió enseñarle que el camino de la bondad es el más apropiado si se quiere tener una vida feliz y satisfactoria.

Ser bueno es algo necesario para una vida gozosa. El malvado se recome a sí mismo por dentro, sus maldades son producto de su insatisfacción y más que darle felicidad generan  en él más desdicha; el bueno, sin embargo, alineado con su  naturaleza bondadosa es feliz haciendo feliz a los demás. 

Si algo no podemos negar de Jesús es su bondad, su capacidad de escucha, su acogida, su compromiso por liberar del sufrimiento a quienes sufren la maldad de otros. ¿Puede ser triste alguien que se preocupa de las necesidades de los hermanos y reparte bondad a quienes le rodean?

No "tenemos" que ser buenos, "somos" buenos. Creados a imagen de Dios no podemos sino ser buenos por naturaleza, como Dios. Lo somos. La maldad no forma parte de nuestra naturaleza sino que es algo adherido a ella. Si bondad y felicidad han de caminar unidas no cabe duda de que hemos de soltar todo lo malo que se ha apegado a nuestro ser bondadoso como la rémora al casco de un barco. En otras palabras: para ser felices hemos de borrar del corazón la malicia que nos domina y debemos esmerarnos en la práctica de las buenas obras.  

COMPASIÓN. 

Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor»” (Mt 9,36). “Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer” (Mt 15,32) La  Encarnación del Hijo es pura compasión de Dios, amor de excelsa y total gratuidad. Los milagros de Jesús en los evangelios son motivados por la compasión; Jesús no puede soportar el sufrimiento ajeno y su instinto de amor le lleva hasta la Cruz. “Por pura gracia estáis salvados” (Ef 2,5).

Ante el dilema de matar o morir Jesús prefirió morir “por” la humanidad; un “por” que hay que entender en doble sentido: “por” (a causa de) la maldad de la humanidad y “por” (a beneficio de) la sanación de todos exculpándonos por nuestra ignorancia. “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Contemplar sus heridas, su compasión, su amor extremo, conmueve y sana a quienes aún viven en el error de la ira, la violencia y la venganza. 

Prueba a contemplar el amor de Dios en el crucificado. Cuando en silencio te dejas invadir por su perdón tu corazón se ablanda haciéndose como el suyo. "Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo" (Lc 6,36)

En circunstancias adversas la compasión parece oponerse a la felicidad entendida como algo grato. A nadie le gusta sufrir. El misterio del dolor siempre será el más evidente enemigo de la felicidad; pero no confundamos dolor con tristeza ni placer con felicidad; hay dolores que apuntan a una felicidad más alta: “La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hijo” (Jn 16,21); y hay placeres que anuncian infelicidad: ¡Habéis acumulado riquezas… Habéis vivido con lujo sobre la tierra y os habéis dado a la gran vida, habéis cebado vuestros corazones para el día de la matanza” (San 5,3-5); un texto éste último que no sólo tiene un sentido para el final de la vida sino también para el hoy. La avaricia, lujuria y la gula matan la felicidad. No es sostenible una felicidad que se quiera asentar  en el exceso de los placeres; a la fruición primera siempre le seguirá el hastío.

* * *


Jesús eligió el camino correcto para la felicidad: encarnación altruista, bondad divina y misericordia. "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Altruismo, bondad y compasión. Abordaremos estas tres joyas de la vida espiritual desde el entusiasmo por la persona de Jesús. Por eso, en toda esta etapa os digo con santa Teresa: “Los ojos en Él”.

Mira a Jesús. ¿Crees que fue feliz? ¿Crees que su camino de vida es camino de felicidad? No olvides que la felicidad no es simplemente la satisfacción de unos deseos arbitrarios; es una elección de vida que rompe los velos (egocentrismo) que no te dejan respirar y asfixian tu aspiración a ser feliz.

Repito: Altruismo, bondad, compasión. Graba estas palabras en tu mente y en tu corazón. Enamórate de ellas. Deja que maceren tus entrañas y dibujen el rostro de Jesús en tu corazón. 

Jesús es el camino de la felicidad. Si no te seduce la idea de vivir como Él, es mejor que abandones. La vuelta al “valle” tras tu periodo de “cueva” supone dejar de mirarte el ombligo (causa de todos tus males) y comenzar a mirarte en Jesús y en los hermanos. Es lo que hizo el mismo Jesús cuando dejó su "cueva de Nazaret" e inició lo que llamamos su "vida pública", una  misión de servicio a la humanidad con la mirada en el Padre. 

Noviembre 2023
Casto Acedo

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