Seguimos profundizando el tema de la compasión. No es un camino que podamos escoger entreo otros. Sin un corazón compasivo toda la vida espiritual se echa a perder. Quien se muestra compasivo consigo mismo y con el prójimo camina por la senda de la felicidad.
¿Ojo por ojo?
¿Quién no ha experimentado nunca el arrebato o sentimiento de represalia o de venganza cuando ha sido agredido? El manual de mundo reza: “ojo por ojo y diente por diente”, consigna que forma parte de la cultura. De hecho, este principio de justicia retributiva ya está recogido en el código de Hammurabi (h. 1750 a.c.), y prescribe que el castigo debe ser proporcional al daño causado. El sentido común parece estar de acuerdo con este principio: “el que la hace la paga”. Y la Biblia, en el Antiguo Testamento, se hace eco de esto:
“Si hay lesiones, pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal (Ex 21,23-25)“Si alguien causa una lesión a su prójimo, se le hará lo mismo que hizo él: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; se le causará a él la misma lesión que él haya causado al otr”. (Lv 24,19-20)“Si un testigo ha acusado falsamente a su hermano, haréis con él lo que él pretendía hacer con su hermano. ... no tengas piedad de él: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie” (Dt 19,16-21)
¿Qué se pretende con esto? Mantener la paz y la justicia recurriendo al castigo y al miedo. Así lo dice la misma Biblia: “Así extirparás el mal de en medio de ti, 20 y los demás lo oirán, temerán y no volverán a cometer semejante maldad” (Dt 19,19-20)
Los razonamientos parecen lógicos y justos. Pero ¿no existe en el principio del “ojo por ojo” una fuerte y soterrada carga emocional que nos lleva a justificarlo? Ya hemos dicho en otros lugares que los instintos primarios y las emociones son malas consejeras; primero porque dan respuestas rápidas, inconscienes, sin pausa de meditación y análisis; y segundo porque las consecuencias que se derivan de los actos que provocan suelen ser muchas y acaban volviéndose contra quienes los ejecutan.
Con razón hubo quien dijo que “ojo por ojo y diente por diente deja el mundo ciego y desdentado”. La verdad es que el juego de la venganza sólo conduce al aumento de los problemas y los conflictos. El "¡y tú más"! lleva a la destrucción de todo. Lo verdaderamente humano no es la represalia sino la compasión, virtud que requiere una reflexión e interiorización muy seria.
La Biblia, que justifica la represalia en los textos que hemos citado, no presenta la compasión como algo espontáneo sino como fruto de un proceso de formación. No es raro encontrar la imagen de un Dios vengativo (justicia vindicativa) conjugada con un Dios compasivo (Dios es amor y no puede negarse a sí mismo); en los textos el concepto de “justicia de Dios” se va deslizando hasta significar “compasión (justificación) de Dios”.
El mismo Jesús, al comentar la permisividad sobre el divorcio, parece admitir una evolución desde lo que parece lo más justo a lo óptimo: “Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así” (Mt 19,8). Tal vez desde esta misma premisa Jesús se permite corregir la ley del talión en un texto que merece la pena transcribir en su totalidad:
“Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente". Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publícanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto". (Mt 5,38-39).
Merece la pena llevar estas palabras al silencio y la contemplación.
Para ensalzar la compasión como virtud no apela Jesús a la lógica humana, tendente a dejarse llevar por los sentimientos o emociones, sino a la sabiduría del ser de Dios, que ya en la Antigua Alianza se revela como “compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en piedad” (cf Ex 34,6; Sal 103,8; 145,8-9; Neh 9,17). A la perfección de Dios pertenece la compasión, y por eso Jesús aconseja: “Sed, pues, compasivos, como también vuestro Padre es compasivo.” (Lc 6,36)
Razones y motivos para la compasión
Hay, pues razones teológicas para la compasión; y también razones muy humanas. No es la justicia retributiva, asentada en el miedo a recibir el premio o el castigo por las obras, la que dará paso a un mundo nuevo según los principios de paz, libertad e igualdad del Reino de Dios. No crecerán estas virtudes entre nosotros apelando al sutil egoísmo de ser no-violento para que no me violenten, respetar la libertad ajena para que respeten la mía o favorecer la igualdad de todos para que no me marginen. Esas virtudes sólo son satisfactoriamente eficaces cuando salen del corazón, cuando permitimos que lo divino que hay en nosotros aflore y se manifieste.
De ahí la necesidad de trabajar la vida espiritual para que la cosecha de compasión sea regeneradora para quien la practica. Para ello has de comprender y asimilar que responder con el odio o el rencor a un mal recibido es un engaño; si lo haces has caido en la trampa que te ha tendido quien te quiere llevar a su mismo estado de malestar con la provocación. O quizá ni siquiera eso; tal vez quien te ha criticado o zancadilleado ya se ha olvidado de ti, ya no existes para él, ya no recuerda tu nombre; y tú sigues dando vueltas en tu corazón a lo que te dijo o te hizo. ¿No será más beneficioso para ti el perdón?
Aprende a mirar con los ojos de Dios a quien te ofende. Que no te valga pensar o decir: “ya hará Dios justicia castigando a quien me daña”, porque de este modo sólo estás imaginando un Dios a tu medida. Tu compasión ha de ser a la medida de Dios, que en Jesús dice: “Perdónales por su ignorancia” (cf Lc 23,34). Es un don de Dios amar a los que te odian, es decir, responder con bien a aquellos que te hacen daño; es un don configurar la propia vida con la de Jesús, que en la cruz no consideró enemigos a los que le llevaron al patíbulo sino a amigos dignos de compasión, personas ignorantes carcomidas por el odio, que de haber conocido la sabiduría de Dios no le hubieran crucificado (cf 1 Cor,2,8).
Medita, pues, los beneficios del amor compasivo. El rencor no daña a nadie más que a ti; porque oscurece tu interioridad y rompe tu armonía con Dios, con la humanidad y con la naturaleza toda. Mira a todos como hermanos. Contempla, más allá de las diferencias culturales, el hecho de ser humanidad, persona entre personas; y perdona de corazón cualquier acto dañino que pueda venirte de otros; porque si no pones en práctica la virtud de la compasión que lleva a la paz y el entendimiento entre todos, tampoco tú podrás vivir en paz y armonía (cf Mt 6,14-15).
Sé compasivo
Un axiona clásico dice que “primero se ignora la verdad, después se ridiculiza; luego se le combate violentamente y finalmente se acepta como modelo”. Quién busca imponer la verdad del amor y la compasión no se verá libre de estos pasos. ¿No le ocurrió eso mismo a personajes como Jesús, Francisco de Asís, Gandhi o Madre Teresa de Calcuta?
No te debe preocupar que te ignoren, ni que cuenten chismes sobre tu ingenuidad y se rían de ti cuando muestras una compasión radical hacia quienes te desprecian o te persiguen. Cuando alguien te muestra su hostilidad porque no soporta tu bondad no caigas en la trampa de seguir su dinámica de odio; sé paciente, la flor que se siembra entre la basura suele arraigar con más fuerza que la que crece con la protección del invernadero.
Sé feliz haciendo el bien sin mirar a quien; hazlo sin prestar atención a quienes no soportan tu libertad de ser así. “Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa -dice Jesús-. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (Mt 6,11-12).
No interpretes lo de “la recompensa será grande en el cielo” como una exaltación del futuro y negación de beneficios en la tierra presente. “Quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, -quien compasivamente lo dé todo por los hermanos- recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna” (10,29-30). Toma nota de que dice: “con persecuciones”. Las dificultades no van a faltar, pero merece la pena.
Sé compasivo como Jesús es compasivo.
Mayo 2025
Casto Acedo.
Maravilloso! Siempre he creído que el perdón era de débiles que no querían complicarse la vida. Así yo misma, que me resulta muy fácil olvidar en muchos casos ( no en todos) me consideraba débil. Y,como Sabina, si alguien me importa poco no me resulta difícil hacerlo ( NO, NO PIDO PERDÓN, PARA QUÉ? SI ME VA A PERDONAR PORQUE YA NO LE IMPORTO).
ResponderEliminarReflexión para crecer. Gracias D. Casto