Un tema que intentaré desarrollar en dos o tres partes. Es muy práctico, en el sentido de que invita a revisar las propias reacciones ante provocaciones externas. Es necesario conocer qué es y cómo funciona la ira, pero más importante es tomar decisiones sabias que no permitan que nos domine.
“Si os indignáis, no lleguéis a pecar; que la noche no os sorprenda en vuestro enojo. No deis ocasión al diablo” (Ef 4,26)
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¿Qué es la ira?
El dominio de la vida está ligado de manera indisoluble al dominio de la ira. Sin dominio de la ira cualquier intento de avance espiritual es un fracaso.
¡Qué es la ira? Digamos de principio que no suele ser una emoción predominante como el apego, los deseos, la envidia, el orgullo, la vanidad. etc... Sin embargo es una de las emociones más dañinas porque nos descentra, nos saca de quicio, es decir, bloquea la razón, genera desconcierto y puede conducir a actos violentos graves..
Detrás de la ira se suele esconder una frustración que va creciendo poco a poco hasta explotar, y esa explosión, además de dañar a quien la provoca también daña al entorno. Una persona arrebatada por el odio puede terminar fuera de sí, hiriendo a personas, animales o cualquier otro elemento que encuentre a su paso.
En un abrir y cerrar de ojos la ira puede arruinar el bien que hicimos en el pasado. En unos segundos un arranque violento acaba con una amistad de años, un matrimonio consolidado o un negocio próspero. De ahí la conveniencia de conocer qué es la ira y cómo controlar sus impulsos para evitar que haga estragos en la vida espiritual.
La ira está dentro del corazón
Es importante asumir, de principio, que la ira no está fuera de la persona sino dentro; lo que la define no es el sujeto odiado o los objetos externos, personas o circunstancias que éste odia y ante los cuales se reacciona violentamente y pretende destruir; lo que define a la ira no es lo que está fuera, es su existencia interna; la ira no es un ente exterior sino interior, habita dentro. Comprender esto es muy importante si no queremos perder tiempo atacando a personas que nos odian o nos desprecian, o maldiciendo situaciones que nos resultan desagradables. Si ante esto recurrimos a respuestas violentas material o mentalmente puede que a corto plazo nos dé la sensación de que vencemos la ira; pero lo cierto es que aunque tengamos la sensación de que ganamos una batalla a largo plazo con el recurso a la violencia la guerra se complica y se alarga.
Si el veneno mortal de la ira está dentro, si al decir ira nos referimos a cosas que salen de nuestro estado interior, es claro que no podemos descuidar en nuestra vida el cultivo de una sana interioridad. Se trata de entrenar para no ser víctima de una irritación repentina. Cuando esto ocurren nos volvemos reactivos al momento, y solemos reaccionar violentamente frente a lo primero que nos sale al paso, aunque no sea ese algo o alguien quien está interrumpiendo nuestro orden.
Las reacciones viscerales ante personas o acontecimientos repentinamente molestos son hasta cierto punto naturales, y por ello no debería ser el principal motivo de preocupación. Un mal momento, o un mal día, lo tiene cualquiera. Es algo natural, esperable: lo grave es cuando ese enfado se convierte en algo más que puntual, es decir, cuando la mente retiene la crítica, el desprecio, la agresión, le rumía, y la recicla más tarde dándole vueltas en la memoria y de este modo aumenta el rencor agregando detalles insultantes, frases hirientes o inventando posibles malas intenciones del otro, etc. De este modo la ira se va apoderando del alma a la vez que se desliga de lo que pudiera ocurrir fuera. Puede que quien considero que me ofendió se haya olvidado de mí mientras yo me sigo torturando. Alguien de mal humor se tropezó conmigo y yo hice mía su tormenta salpicándome y ahogándome en ella. El cúmulo de pensamientos, como los cúmulos de nubarrones en un cielo oscuro, se cruzan sin orden ni discernimiento en mi mente produciendo una “fusión cognitiva” que me lleva a identificarme con mi problema hasta el punto de verme a mí mismo y verlo todo desde él.
Cuando se llega a este extremo se genera en mi entorno un círculo vicioso que, curiosamente, atrae más ira alrededor de mi persona. ¿No has observado cóm a las personas pendencieras le acuden por todas partes nuevas pendencias? Si al sembrar amor atraes amor, al sembrar odio atraes odio Si tienes mal humor, si estás agresivo atraes el mal humor y la agresividad hacia ti; “al perro flaco todo se le vuelven pulgas”, dice el refrán popular.
Protegerse de la provocación
Intentar someter con violencia o coacciones a enemigos externos sólo va a lograr incrementarlos. Los seres que nos pueden dañar están por todas partes; cualquier persona o cosa que se mueva en nuestro espacio puede hacer prender la ira en nosotros. Y sería imposible acabar con todo; es como pretender que la creación entera y el mismo Dios bailara a mi ritmo, es decir, se sometiera a mi capricho. Ahora bien, si se vence la ira, que es una actitud interna, todos los enemigos exteriores reales o supuestos serán derrotados.
Un sabio tibetano dice: "¿Dónde podría encontrar suficiente cuero para cubrir la superficie de la tierra? Pero con tan solo el cuero de la suela de mis zapatos es como si toda la tierra estuviera cubierta por él”. Es una imagen muy plástica. Si en el mundo exterior hay piedras molestas, espinos, lodo, escorpiones y demás elementos molestos y peligrosos, pulir toda la superficie de la tierra, cubrirla toda de cuero a fin de poder andar sobre ella con comodidad, es algo imposible. ¿No será mejor ponerme unas sandalias? Entonces todo quedará alfombrado y nada me podrá herir o dañar.
Esas sandalias, que son la paciencia, el amor y la compasión, y que en otro momento describiremos, producen tres efectos importantes.
1- *A corto plazo neutraliza la ira interna, el “enfado del enfado”, el monstruo del odio y la venganza que el ego cocina en el corazón pudriendo la transparencia y oscureciendo la visión de la realidad tal cual es.
2.- *A largo plazo ayuda a limar la agresividad, las reacciones violentas, que no nacen fuera sino dentro del corazón.
3.- Y ocurrirá que el uso de sandalias de paciencia y amor hará posible un mundo menos reactivo frente a las molestias y los desencuentros.
Superar la ira es derrotar a todos los enemigos; estos desaparecen. ¿Cómo? Dejan de ser enemigos, personas conflictivas amenazantes y pasan a ser en nuestra consideración personas que están pidiendo a gritos ayuda y reconocimiento, y entonces no es difícil sentir compasión por ellos. Observa a quien hace del odio yla venganza su bandera; no merece rechazo sino compasión; es esclavo de su ira; le domina el odio. Si lo llevas a tu tiempo de meditación y lo contemplas con ojos de hermano podrás ver que siu ira no es sino una forma de llamar la atención, de pedir ayuda; entonces tu corazón se abrirá a la ternura y la compasión por él.
No hagáis frente al que os agravia
No es solución responder al odio con el odio. Y es una aspiración desproporcionada, inalcanzable y por tanto fantástica, pretender que nada nos resulte molesto. Además de las flores con su buen olor y suavidad existen también los cardos con sus pinchos. El modo de afrontar la existencia puede ser de apego a las flores y odio a los pinchos, pero hay un camino más sabio: dejar que flores y pichos sean lo que son mientras tú haces lo mismo, ser lo que eres: imagen de Dios, paciencia, amor, compasión, comprensión, acogida,... Para ello sólo has de educar y conducir tu interioridad por los caminos de la sabiduría del Espíritu.
Jesús desaconseja alimentar las reacciones violentas frente a las realidades que se cruzan en la vida. “Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente". Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra (paciencia), al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa (amor); a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas (compasión) ” (Mt 5, 38-49), es decir, cálzate las sandalias de Jesús -paciencia, amor, compasión- que no son otras que las del amor de Dios. Piensa y medita que Dios es Dios, todo lo demás, mis circunstancias y estados de ánimo incluidos, es relativo; poner a Dios en el centro de la conciencia es lo único importante; quien le pone en el centro de su ser podrá avanzar por la vida sin inmutarse, con la serenidad de los grandes ríos que se encaminan lentos y majestuosos hacia el océano sin que nada les impida el paso.
Si Dios quiere, seguiremos profundizando en estas "sandalias" en el próximo tema.
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Junio 2024
Casto Acedo
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