miércoles, 29 de enero de 2025

Tres consejos al hilo de la compasión.

Al hilo del tema global de la compasión y la adversidad que  hay que superar para lograrla, van tres consejos o apreciaciones que debemos considerar importantes y que no podemos eludir practicar: No herir a nadie, considerarnos servidores de la humanidad y evitar la compasión equivocada.

1.    No toques las heridas de nadie

No hieras la sensibilidad de otros tocando temas o situaciones que le duelen, porque cada persona tiene suficiente con sus sufrimientos para que tú vayas y les agregues más. 

Esto suele pasar mucho en relaciones cercanas e íntimas, cuando las personas se conocen demasiado bien. De repente surge un conflicto y las aguas se revuelven, y hay quien aprovecha para sacar basuras presentes o pasadas; incluso algunos alardean de adivinos y se atreven a vaticinar futuras basuras.

El ego puede ser frío e implacable en estas situaciones, y goza de aplastar y humillar a quien supone le ha herido. Y essto es terrible cuando tiene en sus manos un plano detallado de los puntos flacos que el mismo atacado le entregó en tiempos de confianza mutua. ¿Hay algo más duro, despreciable y reprochable que sacar los viejos trapos sucios de quien ha compartido contigo sus miserias y te ha abierto el corazón esperando comprensión? ¿No es alta traición hacer un uso mezquino de aquello que en su momento la otra persona compartió como regalo de amistad?

Si tiendes a caer en esa conducta corrígela. No recuerdes a propósito algo que pueda dañar a otra persona; al contrario, tómate un tiempo para observar y descubrir qué inquieta o molesta a esa persona y asegúrate de no tocar ese tema, de no sacar a la luz ese problema que esa persona no está dispuesta aún a afrontar o a embarcarse en solucionar. Y si has caído en el error de herir a alguien aprovechándote de algo que te ha sido confiado en tiempos de buenas relaciones, corrige, reconcíliate; quien no lo hace carga con la falta toda tu vida.

2.    Ama a los demás más que a ti mismo

Es verdad que para amar a otros has de comenzar por amarte a ti mismo. Pero si me amo a mí mismo y descubro que “soy amor” no cabe duda de que la mejor forma de ser yo mismo es amarme y amar a otros olvidándome de mí mismo. Sabemos que las personas que aman dejan verse a sí mismas como personas que se valoran por encima de otras. Por otro lado es evidene que quien se odia a sí mismo difícilmente ama a nadie.

Cuando hablamos de superar el egocentrismo y llenarnos de amor bondadoso, altruismo o compasión no estamos sino invitando a la igualdad, a reconocer el derecho que tienen los demás a merecer los mismos bienes que nosotros merecemos.  Pero como cristianos somos invitados a ir más allá. De esa forma equilibramos el péndulo de nuestra vida, que suele tender a mirar más por uno mismo que por los demás.

La espiritualidad cristiana invita a amar al prójimo incluso cuando éste se plantase ante ti como enemigo: “No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto, sino al contrario, responded con una bendición, porque para esto habéis sido llamados, para heredar una bendición.” (1 Pe 3,9; cf Mt 6,40-42). El camino cristiano es el de pasar del extremo egocéntrico del péndulo de los sentimientos al extremo contrario, punto al que podemos llamar “amor excesivo”. Cuando este amor se practica vamos a mejor más allá del punto medio y recuperamos el equilibrio en nuestra vida.

Hay que advertir, no obstante, que al aconsejar este “amor extremo” no estamos proponiendo el aceptar ser víctimas de maltrato o abuso por parte de los demás. Lo de Jesús en la cruz no fue victimismo; todo lo contrario, fue resiliencia o resistencia al mal, un amor activo muy distinto a la sumisión pasiva del victimista. La vida de Jesús no fue la de una víctima que se instala en la queja sino la de un profeta consciente de su deber de actuar para cambiar el mundo. Por tanto, ¡cuidado con el victimismo! No seamos víctimas sino profetas que pueden sufrir persecución porque aman al prójimo más que a sí mismos.

Entrénate en pensar que las necesidades de los demás son más importantes que las tuyas. En la búsqueda de la felicidad y la paz todas las personas son idénticas a ti, comparten tus mismos deseos y anhelos al respecto. Aunque haya diferencias superficiales en el fondo somos iguales.  Y si tú deseas que todos te traten con deferencia, ¿por qué no tratar con mayor deferencia a los otros? 

Un motivo por el que deberíamos amarlos más que a nosotros mismos es el de saber que tal vez se encuentren más indefensos que yo porque no han tenido las mismas oportunidades de formación y sus recursos para lidiar con los problemas son menores. A medida en que creces en recursos para afrontar los obstáculos y aumentar la calidad de tu vida es lógico que sientas la necesidad de ayudar a quienes sabes y sientes que están en una situación más precaria, no por razones externas sino por razones internas, por lo que están viviendo  internamente y la impotencia de no saber cómo salir del atasco. 

Para amar al prójimo más que a uno mismo conviene cultivar una visión comunitaria de la humanidad, contemplarla  como una barca en la que estamos todos y en la cual cada uno tiene su turno para remar. Hay momentos y etapas en las que otros reman por ti, y ahora es tu turno. Lo harás si te despojas de la arrogancia de creerte con más derechos que los demás y eres capaz de ver que los otros necesitan de ti como tú has necesitado y necesitas de ellos en otras ocasiones.

En fin, en lo que respecta a todo esto, aprende a considerarte servidor; haz tuyo el aforismo de Jesús:“no he venido a ser servido sino a servir y a dar mi vida por muchos” (Mt 20,28). ¿Hasta qué punto podemos y debemos servir a los demás? Depende de lo que los otros quieran, de cuánto se dejen ayudar, de las posibilidades y recursos que disponga cada cual para ello. Lo importante es eliminar las resistencias internas, el miedo o el orgullo que pueden frenar la disposición para darse del todo a los otros.

  Entrénate en esto de modo concreto y sencillo. Tal vez nunca se de te la oportunidad de dar tu vida por los demás en un acto de martirio supremo, pero sí que tienes la oportunidad de ir matando tu ego en pequeños detalles de la vida cotidiana que te entrenarían para grandes sacrificios. Por ejemplo, cada vez que sirvas la comida, piensa si hay suficiente para los demás; escoge la porción menos de comida; interésate si todo el mundo tiene lo que necesita; si todos están cómodos en una reunión; deja el sitio a otros en el autobús o donde no haya plaza suficientes;  escucha atento las opiniones de otros; párate a escuchare al mendigo que reclama tu ayuda; está atento y ayuda a quien te necesita antes de que te lo pida; etc. Son formas y maneras sencillas de entrenarte en cosas que equilibran el péndulo  de la vida, que a veces se inclina al extremo  del egocentrismo.

3.     Mira bien a quien compadeces

Hay que saber bien de quien me compadezco. Porque hay quienes sufren al ver a personas pasando malos tragos, dificultades, etapas, que son necesarias para su crecimiento. Y a esas personas no hay que compadecerlas; sólo desear y pedir que su sufrimiento les ayude a crecer.

Unos ejemplos. Si un niño sufre porque ha sido castigado por algo que hizo mal,  o un opositor prepara su examen sometiéndose a un encierro penoso,  ¿hay que compadecerlos?, ¿no estaríamos ante una compasión equivocada? Desde luego que nos estaríamos equivocando.  Igual que si nos compadecemos por el novicio o novicia que ha entrado en clausura y sufre los rigores de la adaptación a la nueva vida en el espíritu. Todo aprendizaje lleva consigo esfuerzo y sufrimientos. Quitarlos no es un acto de compasión sino de paternalismo nocivo. No madurará nunca el niño al que se le quita todo obstáculo, ni alcanzará la iluminación el principiante de un camino espiritual a quien se le impide experimentar el dolor y el desconcierto que produce el paso por  la noche oscura de la fe.

Aunque los niños, los aspirantes a aprobar un examen o los practicantes espirituales estén pasando dificultades -ayunos, aislamiento, privaciones, etc- están creando las causas y las condiciones de una futura felicidad genuina. Por tanto, no tiene sentido tener compasión por ellos, porque están mejor que los demás. Lo único que les falta es tiempo. La semilla sembrada pudrirá el ego y dará paso a una cosecha abundante (cf  Jn 12,24).

En vez de compadecer a esas personas deberíamos enfocar nuestra compasión hacia quienes lo están pasando pipa sometidos a las sensualidades del mundo, a quienes están en el pico de su éxito, a los que viven su momento de gloria mundana; también debeeríamos compadecer a las personas que están consumiendo mucho alcohol u otras  drogas; o a las que viven arrogantemente encantados por sus expectativas futuras, y que en dos o tres años van a vivir sufriendo como condenados. ¿Cómo van a tolerar el bajón? La mayoría no podrán si no tienen un grupo de soporte muy cercano.

Cuando veas a personas aparentemente admiradas y que tienen éxito, pero que prestan mucha atención a su apariencia, obsesionadas por el último adelanto en cirugía estética, preocupadas por qué tatuaje ponerse, encantadas y cegadas por los aplausos que reciben, etc., ... compadécelas; ahí es donde tienes que sentir compasión, porque están creando las causas y condiciones de su futura miseria.  

La mirada compasiva no debe fijarse tanto en las incomodidades temporales sino en qué causas y condiciones futuras se está creando la persona. ¿Está encaminada la felicidad y el bienestar o va directa a la cárcel de la adicción, la dependencia, ... el dolor? Esto es lo que hay que mirar.

Resumiendo: no compadezcas a quienes con miras a un futuro mejor pasan por momentos de dolor y sufrimiento; estos están pagando el precio de la madurez y son merecedores de ser contados entre los bienaventurados (cf Mt 5,3-12). Compadécete,  más bien,  duélete, de los que sufren sin beneficio y sin sentido a causa de su engreimiento; de los que centrados en aspiraciones materiales y mundanas viven esclavos de su trabajo y sus dineros; de los que viven flotando en el aire como una pluma sin rumbo ni control y a quienes una simple gota de agua puede hacer caer al barro; o de los que están en el pico de su éxito mundano creando las causas de su miseria.  ¿Realmente me dan pena? Cuando los observo, ¿qué siento? , ¿odio?, ¿envidia?, ¿o siento vergüenza ajena, pena y compasión? Si es el caso esto último, ¿qué puedo hacer para ayudarles?

Hay un texto evangélico que se suele malinterpretar como un anuncio de venganza y castigo, cuando lo que pretende transmitir es lástima y compasión. Se refiere a quienes van por el camino equivocado, creando las causas de su miseria. Hay quienes hablan de estos versículos como los de la malaventuranzas, y san  Lucas las detalla inmediatamente después de las bienaventuranzas. Dice  así: “¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!  ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas”(Lc 6, 24-26).  Queda claro de quienes eran los sujetos dignos de compasión para Jesús, aquellos que están creando las causas de su miseria.

Enero 2025

C.A.

lunes, 27 de enero de 2025

BATUECAS . Retiro Enero 2025.

RETIRO EN BATUECAS 

21,22 Y 23 de Febrero de 2024


Os transcribo aquí las mismas orientaciones que ya dímos para retiros anteriores. 

De principio recordar que el lugar al que vamos es un monasterio de vida contemplativa y silencio, y que como la mayoría de los asistentes ya tenéis experiencia de oración y de grupo no haremos un retiro al uso de “charla-oración-descanso, charla-oración-descanso....”, que agobia a los experimentados y cansa a los principiantes.

 Lo mejor que tiene el lugar es que permite que las personas se organicen su jornada como mejor les venga. Por tanto, no vayas esperando que te lo den todo hecho.

Vayamos por partes:

*Seremos, si Dios quiere, un grupo de 14 personas, el máximo de plazas que nos pueden ofrecer esos días.

*Hay que estar allí antes de las 18.30, ya que sino entorpecemos el horario de los monjes. La salida la hacemos juntos el viernes desde Abades Mérida a las 15 h. Iremos 4 o 5 coches. Ya concertaremos.

*Llegados al lugar distribuiremos las habitaciones, que son individuales, y estarán en dos edificios distintos, en lo que se llama La Casona y en la Hospedería. Cada habitación dispone de baño individual, sábanas y toallas. Los útiles de aseo, gel y jabón incluidos corren por cuenta de cada uno

*Las comidas la hacemos juntos y procuraremos hacerla en respetuoso silencio. Hay que recoger la comida en el edificio central y llevarla al comedor a su hora. Ya organizamos allí eso. En cada edificio hay frigorífico, lavavajillas, cafetera, tostador, café e infusiones y para desayunar o tomar algo a deshora cualquiera de los huéspedes. Evitemos, no obstante hacer corrillos para café

*Aconsejo ropa cómoda, calzado adecuado para andar por el monte (pueden servir unas deportivas; no vamos a escalar) y si vais a hacer las horas de silencio en común con los monjes alguna manta pequeña de viaje para cubriros la espalda por si refresca durante la quietud del silencio.

*El valle de las Batuecas no tiene cobertura de teléfono móvil. En el monasterio hay una zona wifi a la que podéis acercaros en cualquier momento y que está conectada por antena parabólica. Podéis comunicar por wahsap o cualquier otra app o medio informático. Lo digo para que comuniquéis a los familiares que no siempre estaréis en conexión. La wifi está cerca de la Iglesia donde se hace la oración en comunidad, así que siempre podéis consultar un poco antes o después de la oración si tenéis alguna emergencia en el teléfono. No obstante, se aconseja un uso del teléfono razonable y mínimo; una de las claves de estos días puede estar en el ayuno de pantalla.

*La aportación económica que sugieren los administradores es de 100 € por persona pensión completa los dos días. No obstante, quien no pueda que no tenga impedimento en ir; y quien pueda aportar algo más también puede hacerlo.

*Sobre las normas de la casa me piden desde allí que os enlace esta entrada de su web sobre la hospedería. Echadle un vistazo. También podéis visitar toda la web. https://monasteriodelasbatuecas.wordpress.com/la-hospederia

 
*Sugiero este horario para estos días, contando siempre con los actos propios de la comunidad, a la que podemos unirnos o no; cada cual decida.

Dia 13 viernes

    • 18,30. Hora límite de llegada y reparto de habitaciones.
    • 19,00 Rezo de Vísperas con la comunidad
    • 19,15 a 20,15 Oración-silencio con la comunidad
    • 20,30 Cena 
    • 21,30 Encuentro de todos en La Casona (Breve reflexión y diálogo)
    • 22,15 Descanso. SILENCIO MAYOR.

Día 14 Sábado

    •  07, 00. Laudes con la comunidad
    •  07,15 Oración-silencio con la comunidad
    •  08,15 Eucaristía con la comunidad
    •  09 Desayuno y arreglo de habitaciones
    •  10,00  Encuentro de todos.Tema de reflexión. 
    •  11,00 Salida al Parque. Quienes no conocen el entorno pueden subir a a la ermita san Antonio. Y si algunos tienen ánimo y fuerza, subir a la cruz un poco más arriba. Los demás aprovechad las dos horas para contemplar. 
    •  13,00. Comida,  descanso y tiempo para uso personal (paseo, oración, ...)
    •  16,00. Reflexión en grupo (casona) 
    •  19,00. Vísperas y oración-silencio con la comunidad
    •  20,15. Cena.
    •  21,00. Encuentro del grupo en La Casona (Posible visionado de una película o diálogo en clave meditativa)
    •  23,00. Descanso.SILENCIO MAYOR.

Día 4, Domingo

    • 07,00 Laudes con la comunidad
    • 07,15 – 08,15 Oración-silencio con la comunidad
    • 08,30 Desayuno
    • 09,30-10,30  Reunión del grupo en la Casona (Liturgia dominical)
    • 11, 00 - Eucaristía con la Comunidad y personas que acceden de fuera.
    • 12,00. Tiempo libre
    • 13,00 Comida
    • 14-15,30.Recogida y arreglo de habitaciones y demás instalaciones ( hay que dejar todo  tal como la encontramos para uso de quien la vaya a usar en el futuro)
    • 15, 30 Evaluación (en la casona).
    • 16,00 Regreso.   (Llegada a Mérida sobre las 19 h.)

***

Repito que los horarios son de libre cumplimiento. Excepto las comidas, que, por razones obvias de organización han de ser a sus horas.

Respecto a los temas que se darán para ayudar a la oración y contemplación serán temas que ya hemos tratado en el grupo en algún momento, pero conviene insistir en ellos. 

El objetivo no es escuchar unas charlas magistrales sino impregnárnos del espíritu de Batuecas, que  no es un lugar para recibir charlas piadosas sino sobre todo para “contemplar”, para desacelerarnos un poco y dejar que la naturaleza y la vida entre en nuestro corazón.

Enero 2025

Casto Acedo.

Amor bondadoso. Egocentrismo (Power)

 Aquí teneis el resumen del último tema que reflexionamos en el grupo. Podeis mirarlo directamente aquí o bajarlo. Clickar en foto o en el enlace de abajo. Abrir con la APP PowerPoint. 




https://drive.google.com/file/d/1g2mx0MKymUYqiy-khXh5vl8DkUhynDoZ/view?usp=sharing

C. Acedo



jueves, 9 de enero de 2025

Lecciones sobre la (cruz) adversidad

 


"Para mortificar las cuatro pasiones naturales, que son: gozo, tristeza, temor y esperanza, aprovecha lo siguiente: Procurar siempre inclinarse no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso. No a lo más sabroso, sino a lo más desabrido; no a lo más gustoso, sino a lo que no da gusto. No inclinarse a lo que es descanso, sino a lo más trabajoso. No a lo que es consuelo, sino a lo que no es consuelo; no a lo más, sino a lo menos. No a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado. No a lo que es querer algo, sino a lo que no es querer nada. No andar buscando lo mejor de las cosas, sino lo peor, y traer desnudez y vacío y pobreza por Jesucristo de cuanto hay en el mundo" (San Juan de la Cruz, Avisos, 1)

* * * 

Ampliar los espacios del corazón

No imagines la vida sólo como una inmensa pradera sembrada de flores y de árboles hermosos a la vista y abundantes en frutos. También hay montañas que subir y simas a las que descender, desiertos que atravesar y rios turbulentos que cruzar. También los golpes y caidas, como la serenidad y el gozo, forman parte de la vida; ambas realidades nos ayudan a crecer y madurar.

Toda la realidad ha de ser acogida por quien quiere vivir a tope. Para ello es bueno seguir el consejo bíblico: "ensancha el espacio de tu tienda, despliega los toldos de tu morada, no los restrinjas, alarga tus cuerdas, afianza tus estacas” (Is 54,2). Nos preparamos a una vida plena ensanchando el espacio de nuestro corazón *para acoger  con amor los sucesos y las personas, agradables o no, que nos salen al paso, *para tender la mano a quienes nos resulten antipáticos o despreciables, *para alargar las cuerdas de la fraternidad a fin de que puedan asirse a ella quienes necesitan ayuda, *para afianzar las estacas de la vida interior anclándola en el corazón de Aquel que es amor sin medida, *y por ende, para hacer espacio a la ternura frente al sufrimiento en nuestro corazón, evitando resistencias internas que lo endurezcan.

Muy a menudo nos cuesta hacernos con la vida tal como nos viene por miedo al sufrimiento. El ego nos sumerge en los mundos de yupi, y por eso viramos el rostro ante aquello que en su momento nos causó sufrimiento o prevemos nos lo pueda causar en el futuro. Tendemos a huir de la vida cuando no parece ser favorable a nuestra egolatría. El miedo a la adversidad no es otra cosa que miedo a vivir lo inesperado, miedo a la realidad que no controlo. Como remedio a esto Jesús invita a tomar la cruz y seguirle (cf Mc 7,34; Mt 10,38; 16,24; Lc 9,23; 14,27) a tomar las realidades que se presentan dolorosas y llevarlas hacia adelante con el mismo amor y compasión con que las llevó Él.

A veces esa cruz son circunstancias que irremediablemente sobrevienen; otras veces son personas que por cualquier motivo han sido o son para nosotros causa de sufrimiento. En este caso es importante sanar la relación con esa o esas personas. No basta alejarse física o mentalmente de ellas, porque la herida permanece; hay que restañar el daño procurando el reencuentro con la medicina de la valentía y el perdón; o lo que es lo mismo: poniendo  mucho amor compasivo hacia uno mismo y hacia quien consideramos molesto, hostil o insoportable.

 No debería faltar en los momentos de silencio el ejercicio de ablandar el corazón endurecido por el rechazo, el odio o la costumbre de dejar en el olvido circunsatancias o  personas que no gusta recordar. Para vivir en plenitud se hace necesario ampliar la tienda del corazón para aceptar lo que fue y para que quepan en él esas situaciones y personas concretas que ya hemos desterrado de nuestra conciencia o borrado de la lista de nuestros deseos.

Primero meditar, luego actuar

¿Cómo lidiar con la cruz? ¿Cómo trabajar la adversidad para transformarla antes en fuente de gracia que en motivo de desesperación? ¿Cómo hacer para que los problemas y conflictos que vivimos nos ayuden a madurar como personas con cierto nivel espiritual?

Lo primero: tener claro que hay que trabajar o entrenar la mente en la meditación. Frente a la tendencia a esquivar o dejar apartadas de hecho o mentalmente a las personas o circunstancias que nos molestan, conviene tomar conciencia de que cuando nos estamos exigiendo ser más compasivos, más activos en el perdón a las personas que nos hieren, amar a los demás más que a nosotros mismos, lo hemos de  hacer primeramente como un ejercicio interior para fortalecernos. Esto justifica nuestro estudio y nuestra meditación sobre el tema. Y una vez que por la meditación y el silencio tenemos integrada la compasión en nosotros, intentamos, poco a poco, aplicar lo aprendido en las diferentes situaciones que espontáneamente surgen en la vida.

Primero entrenamos la mente y el corazón en la meditación y luego actuamos en el mundo real. En este caso invertimos el axioma tan de nuestra cultura que dice “primum vivere deinde philosophari” (primero vivir, luego meditar). En nuestro programa primero cultivamos la interioridad a la luz de las enseñanzas de Jesús de Nazaret sobre la compasión (primum philosophari), y luego practicamos lo aprehendido (deinde vivere). Primero meditar, luego vivir lo meditado; cambiar mi corazón para cambiar el mundo. El resultado final es la convergencia de oración y vida. Tambiém podríamos seguir el camino inverso,  analizar hechos de vida y llevarlos a la oración,  pero aquí comenzamos por la meditación.

Convertirnos a la Cruz

A la fiesta de la Santa Cruz, celebrada litúrgicamente el 14 de Septiembre y como tradición en muchos pueblos el 1 de Mayo, se le llamó primeramente fiesta de la Invención de la Santa Cruz, lo cual no debemos leer como que la cruz es un invento sino que es una realidad que “viene hacia” (invenio) nosotros, como prueba y como salvación, y a cada cual toca convertirse, volverse, a ella. Celebra esta fiesta el triunfo de la Cruz, que, curiosamente no es la victoria del mal sobre la cruz sino la de la cruz  sobre el mal; en la aceptación de la Cruz el Jesucristo llega a la madurez y realiza el acto de compasión más perfecto:“Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34), Jesús hace de la Cruz, que de por sí es instrumento de pena  y castigo, un lugar de salvación por el perdón y la misericordia. Esto no es comprensible para la mente discursiva; sólo quien purifica su corazón de todo odio y deseo de mal puede entenderlo. Sólo quien lo haya experimentado lo entenderá.

Necesitamos convertirnos a la Cruz, volcar la mirada en el Crucificado, para ver el dolor y el sufrimiento desde su perspectiva. ¿Cómo ve Jesús la adversidad?

a) La adversidad no es algo raro y equivocado sino algo que necesariamente va a llegar  y que tenemos que esperar. Jesús, que en los inicios de su ministerio público gozó de la simpatía de todos no tardó en intuir que tanta bonanza no duraría para siempre. Quienes le seguían lo hacían movidos sobre todo por las facilidades que parecía proporcionarles: milagros, esperanzas mesiánicas mundanas, amor incondicional a cada uno, etc. Pero ¿estaban dispuestos a seguirle asumiendo y aceptando sus trabajos por el Reino de Dios?, ¿asumirían que el Reino sufre violencias (Mt 11,12) que hay que soportar sin perder la compasión?

Hacia la mitad de su vida pública Jesús dice a sus discípulos: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días”.  (Mc 7,31; Lc 9,21). El sufrimiento no lo ve como algo extraño a la condición y naturaleza humana, es algo que tiene que ocurrir. En un mundo imperfecto e impredecible no tenemos control sobre las cosas que surgen sin una explicación o como consecuencias de acciones humanas dañinas. En un mundo de “egos” el sufrimiento es inevitable, porque  hay mucha manipulación interna debido a los estados aflictivos que se generan por los "egos" que se niegan a morir; hay muchas emociones negativas, mucho fanatismo  y poco sentido común. 

Los cambios en las cosas y las personas, los “nuevos nacimientos”, llevan consigo dolores de parto, transiciones dolorosas. La adversidad no es algo raro, sino más bien algo que no debería sorprender a nadie. Es de sabios asumir que la cruz es algo connatural al mundo herido por el pecado y que aspira a alumbrar un mundo nuevo. "Sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto. Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo". (Rom 8,22-23). Mientras aguardamos la plenitud del Reino es inevitable que este sufra violencia (Mt 11,12). Desde aquí podemos entender la expresión "es necesario" en boca de Jesús; por ejemplo: "Es necesario que yo padezca mucho y sea reprobado por esta generación" (Lc 17,25), o "cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida" (Lc 21,9).

Así pues, la adversidad, los problemas, forman parte de la vida. Siempre hay conflictos, roces o imprevistos, y cuando surgen no deberían sorprendernos. Deberíamos decir: esto tiene que pasar, porque el mundo, sometido a la frustración por el mal (cf Rm 8,20) está en evolución, abriéndose camino hacia su plenitud. 

La adversidad forma parte de nuestra condición de criaturas, y por tanto hay que asumirla y superarla, siempre con la esperanza puesta en Aquel que dijo a los de Emaús: "¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?"  (Lc 23,28).

b) Deberíamos esforzarnos por ver la adversidad y la cruz como un valor, asumiendo su venida  como una oportunidad de o para crecer en la interioridad, una ocasión para salir de la comodidad burguesa que pudre el espíritu y ponernos en marcha dejando atrás la pereza espiritual. Se trata de soltar, dejar ir todo y ponerse en manos de Dios. Viene bien recordar aquí lo que dice Jesús: "Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará." (Mt 16,25).

Ante la adversidad no conviene  preguntarse “¿por qué me está pasando esto?”. La mente discursiva tiende a estancarse en esta pregunta cuya respuesta es multifactorial; son muchas las circunstancias, muchas condiciones, algunas muy antiguas, las que han hecho aflorar el problema. Más útil que ir hacia atrás preguntando ¿”porqué ha surgido o está surgiendo  esto?” es preguntarse “¿qué puedo hacer? ¿Cómo puedo trabajar esta situación para que me ayude a crecer”?  

No se trata de escapar de los problemas, sino de afrontar cómo podemos trabajar con los problemas y las dificultades de nuestra vida, porque si no lo hacemos, si vamos aparcando los obstáculos, terminaremos por ser cada vez más débiles ante el sufrimiento por falta de ejercicios de superación y más sensibles por aburguesamiento espiritual. No dar una respuesta adecuada en cada momento  hace que la adversidad nos afecte y nos dañe cada vez con más facilidad.

Beneficios de afrontar la adversidad

Señalamos cuatro efectos benéficos que se reciben cuando asumimos y respondemos positivamente ante la adversidad.

a.     La adversidad (cruz) purifica. Los problemas  nos ayudan a crecer en humildad. Al tomar conciencia  de ellos y de  nuestra debilidad e impotencia para superarlos descubrimos que vivíamos en el orgullo de creernos poderosos y perfectos. Además hemos de saber que al afrontar con decisión las cruces de la vida  limpiamos  el corazón de impurezas. Un ejemplo del libro del Eclesiástico nos lo dice: “Hijo, cuida de tu padre en su vejez |y durante su vida no le causes tristeza. Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor. Porque la compasión hacia el padre no será olvidada y te servirá para reparar tus pecados” (3,12-14).

b.     La adversidad (cruz) enseña, tiene un enorme valor docente. Las experiencias dolorosas vividas nos dejan ver con más claridad las cruces del prójimo; nos enseñan a valorar más a las otras personas, a desarrollar más paciencia y comprensión, a aceptar que las cosas y las personas cambian y he de aceptarlas como son.  Aquí puede servirnos de ejemplo el texto del Éxodo: “No maltratarás ni oprimirás al emigrante, pues emigrantes fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” (Ex 22,20). La experiencai de ser forastero en tierra extraña puede purificar la mente para ver con equidad a los forasteros que ahora residen en la tuya. De cada situación, de cada conflicto vivido podemos sacar una enseñanza que nos haga más fuertes y más sabios. En ámbitos de fe se suele decir que “el pecado nos hace más humanos” porque nos enseña a aceptar que también nosotros caemos en aquello que criticamos en los demás. Lo mismo podemos decir de las experiencias dolorosas. Nos humanizan.

c.  La adversidad (cruz) conecta con otros seres, nos hace sentirnos unidos a personas que están viviendo la adversidad en un grado igual o mayor que el nuestro. Y desde ahí no ayuda a conocer y tener más compasión por los demás, o a reconocer nuestro sufrimiento teniendo como ejemplo el de otros. En este sentido hay que destacar cómo la mirada a la Cruz de Cristo en tiempos de desolación nos conecta con su sufrimiento y nos sirve como referente de que si Él pudo también yo puedo vencer la adversidad que estoy viviendo. Mirando la cruz nos conectamos con Jesucristo, y en Él con toda la humanidad. Conectar con la pasión de Cristo nos hace partícipes de la salvación que Él nos acerca: “Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla». Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida” (Nm 8,9). “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. (Jn 3,14-15). En la adversidad puedo conectar con el sufrimiento del mundo concentrado en Cristo Crucificado.


d. La adversidad (cruz) ayuda a hacer cambiosEl sufrimiento en sí no es bueno, ni sagrado ni santo, pero gestionado con inteligencia y sabiduría puede ser una fuente de beneficios espirituales. Cuando a la adversidad le acompañada la sabiduría de la experiencia ella misma se transforma en inspiradora de cambios. Una de las bondades de la cruz es la de servir de acicate para hacer cambios interiores profundos. Por ejemplo, cuando la situación es insuperable o difícil de eliminar trabajamos con ese problema, con esa dificultad, y adquirimos una fortaleza que genera en nosotros paciencia. “Considerad, hermanos míos, un gran gozo cuando os veáis rodeados de toda clase de pruebas, sabiendo que la autenticidad de vuestra fe produce paciencia” (Sant 1 2-3). ¿Cómo voy a cambiar de ser impaciente a paciente, de intransigente a respetuoso, si no hay pruebas que me faciliten un cambio efectivo? ¿Cómo evitaré futuras derrotas si no aprendo sufriendo las presentes? Aquí encuentra sentido la frase de san Pablo. "Donde abundó el pecado (y el sufrimiento que lleva consigo) sobreabundó la gracia (apertura a una vida nueva)" (Rm 5,20)



Soportar la adversidad, soportar la felicidad


Un maestro indio dijo en una ocasión algo que de entrada parece contradecir el sentido común: “Las personas sólo soportan un poco de felicidad, pero pueden soportar mucha adversidad” (Padampa Sangye). La lógica parece que pide darle la vuelta al axioma diciendo que la gente soporta muy bien la abundante felicidad y poco o casi nada la adversidad; pero desde una lectura espiritual puede no ser así. 

El autor de la sentencia no habla de la vida corporal sino de la espiritual, y lo que quiere decir es que un poquito de felicidad tiene mucha probabilidad de distraer a las personas de su práctica meditativa, de su esfuerzo por vivirse desde su centro; sin embargo la adversidad tiene menos probabilidad de distraerles, maravillarles, encantarles, extasiarles o hechizarles. Las personas infantiles evitan las dificultades en su desarrollo personal, las personas maduras aprenden a tolerarlas con paciencia; los primeros aguantan poco el sufrimiento, los segundos saben que su crecimiento es imposible sin ello.

Las experiencias espirituales que traen consigo consolaciones, gustos y contentos son a la postre más estorbo para el crecimiento espirtiual que las “noches oscuras”; la adversidad de “las noches” las aprovechan los adelantados como combustible para crecer, aprender, transformar y madurar. Podemos entender desde aquí los consejos de san Juan de la Cruz: ”Para obrar fuertemente y con esta constancia y salir presto a luz con las virtudes, tenga siempre cuidado de inclinarse más a lo dificultoso que a lo fácil, a lo áspero que a lo suave, y a lo penoso de la obra y desabrido que a lo sabroso y gustoso de ella, y no andar escogiendo lo que es menos cruz, pues es carga liviana (Mt. 11, 30 ); y cuanto más carga, más leve es, llevada por Dios”  (Avisos, 6). Una invitación a ir a lo más difícil antes que a lo más fácil. 

Reconocer las oportunidades

Nuestra madurez se ralentiza a menudo porque no reconocemos las oportunidades. Si sólo entrenamos con condiciones favorables el desarrollo es lento y limitado; pero si queremos “jugar en primera división”, si aspiramos a "competir entre las élites", hemos de dar pasos que nos lleven no sólo a afrontar las oportunidades que nos vienen, sino también a plantearnos voluntariamente retos más difíciles.

Debes plantearte en serio que tu práctica espiritual no se limite a treinta minutos diarios de silencio en el cojín, el banquito o la silla; y tu contemplación exterior no se reduzca a dar un paseo para contemplar las abejas o las mariposas, el sol, las nubes o el arco iris. Hay que ir más allá, y en cada momento o situación, especialmente cuando se cruzan en tu día a día personas que te dan un codazo o te ponen la zancadilla, entonces has de practicar aprovechando esa oportunidad de crecer respondiendo con paciencia, amor y compasión. No desaproveches esas oportunidades que se te dan; no sólo son  tan válidas como el paseo contemplativo mirando al sol y a las mariposas sino que puede ser un ejercicio más potente y transformador. Te guste o no esto te conviene.

Y, siguiendo el consejo de san Juan de la Cruz, aún puedes ir más allá. Escoger lo más difícil y dificultoso. Dar pasos hacia la cima con decisión a pesar de lo escarpado y empinado del terreno. Por ejemplo: no te limites a hacer silencio en la soledad de tu hogar, sal fuera y víve ese tiempo en grupo; pierde el miedo a dejar un día al mes, o un fin de semana, para dedicarlo a ti retirándote al lugar adecuado; o si observas que alguien necesita tu ayuda no digas "no me incumbe" sino haz tuyo su sufrimiento y procura cubrir su necesidad. 

La cruz, “cuanto más carga, más leve es, llevada por Dios”, dice el santo carmelita. Esta frase parece tan contradictoria como la comentada del sabio indio que daba a entender que soportamos mejor la adversidad que la bonanza, pero ambas son palabras verdaderas  si las aplicamos a la vida espiritual.

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Enero 2025

Casto Acedo